Uriel Flores Aguayo
Se cumplieron cuatro años del actual gobierno de Veracruz. Es tiempo suficiente para hacer su balance y definiciones esenciales. Para lo que le resta ya no habrá mucho positivo que ver ni cambios sustanciales en la vida pública veracruzana. El tiempo se les agotó; es más claro si pensamos en que dentro de unos meses inician las campañas de renovación de la gubernatura.
Para ubicar su tipo, estilo y resultados de este gobierno es ineludible lo que ofrecieron y compararlo con lo que hicieron. Llegaron como efecto de la elección nacional y amparados por la popularidad de AMLO; no les costó acceder a los cargos y no tuvieron que acreditar trayectoria ni experiencia alguna. Contaron con grandes márgenes para colocarse sin más criterios que la amistad y las lealtades partidistas.
Es definitivo que en Veracruz no se ha dado una regeneración política; es más de lo mismo. No hubo cambio democrático y mucho menos de izquierda. En muchos sentidos se vive una regresión institucional y de libertades. Veamos: no existe una plena división de poderes, un reducido grupo maneja los tres poderes; en esas condiciones no se puede hablar de pleno Estado de Derecho; sin esa condición no hay justicia ni legalidad en general. Sin contrapesos aflora la corrupción y el cerco a las libertades. Todo eso incide en el respeto y fomento a la pluralidad, en el sufragio efectivo y en la libertad de expresión. Es el contexto categórico de una vida pública mediocre y sin rumbo. Abunda la demagogia y la mentira. Mucho del pasado volvió corregido y aumentado: hay partido oficial nuevamente, el trabajo en el servicio público está condicionado a la pertenencia partidista. Resurgieron potentemente los fenómenos del corporativismo y el clientelismo tanto de los empleados públicos como de estudiantes y beneficiados de programas sociales. Es lo mismo que antes pero ejecutado de forma vil e indigna, con prepotencia vulgar. No hay transparencia ni apertura informativa. No hay obras públicas relevantes. La educación es Folklor y ocurrencias, la seguridad es de apariencias y negocios. No hay fiscalía autónoma; no se respetan ellos mismos. Se abusa del poder creando grupos partidistas a partir de la nómina y el presupuesto. En este sentido son peores que el viejo PRI. En general son cuatro años perdidas en materia democrática y desarrollo social. Ahí tenemos a los legisladores de espaldas a la representación popular que tienen como deber. Veracruz camina solo: con, sin y a pesar del gobierno. Es una especie de fraude al proceso de transición democrática que viene del movimiento estudiantil del 68, que pasó por la insurgencia electoral del 88 y llegó a las alternancias presidenciales. Ni en discurso y mucho menos en actos puede encontrarse un gobierno al menos progresista. Abunda el rollo, la ocurrencia, el folklor y los abusos. Optaron por la vía fácil del autoritarismo en lugar de la convocatoria amplia. Viven en una burbuja disfrutando del poder. Como no les costó llegar, si acaso estar en campañas, derrochan su capital político y se preparan para mantenerse en el poder. No saben que ya no será fácil, que una elección como la del 2018 es irrepetible. Actúan como si sus cargos no tuvieran tiempo de caducidad. Siguen adormecidos en la soberbia. Su caída será, por tanto, más dolorosa. Apenas tímidamente se abren paso otras expresiones dentro del bloque en el poder local; la sacudida vendrá de fuera o desde adentro.
En fin, en Veracruz solo hubo cambio de colores y nombres. No hay una realidad que nos indique que ha ocurrido un cambio. Se esfumó la esperanza que le costó sangre y sacrificio a dos generaciones. Lo que vemos es lo tradicional con acentos chuscos. No hay políticas públicas visibles, no hay una real rendición de cuentas, ni convocatoria social y tampoco respeto a la gente. Sin resultados claros observamos un gobierno de inercia, que no quiso o no pudo ser diferente. Es un gobierno de amigos, de simple e intrascendente ejercicio del poder. Para efectos democráticos son un obstáculo. Vendrán otros protagonistas y se abrirán paso desde muchos rincones para mejorar a Veracruz. Ojalá desde el mismo interior de Morena surjan expresiones distintas.
Recadito: el MOPI vive y vivirá.
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