Omar Zúñiga
De Primera Mano
Es imposible abstraerse de abordar el asunto de la detención del cachorro del Chapo Guzmán, Ovidio Guzmán, la madrugada de ayer en una congregación cercana a Culiacán, Sinaloa.
Un operativo de Fuerzas Especiales de la Marina –incluidos helicópteros Black Hawk artillados- le cayó a Ovidio, el mismo que hace tres años fue liberado por los mismos que lo habían detenido en su casa, por instrucción del mismísimo presidente López Obrador, bajo el pretexto de que con esa acción se evitaba un baño de sangre en Culiacán… /y se marchó/ y a su barca le llamó/ libertad…
Tiempo después, la abuela de Don Ovidio, madre de quien fuera el capo más poderoso de México recibió en su camioneta, el solícito saludo de López Obrador en una gira presidencial que realizó a la tierra natal de los más grandes capos que ha visto México: Badiraguato, Sinaloa; una gira que por cierto causó muchas dudas, pues prácticamente no había nada qué ir a hacer allá, más que “pasar a saludar porque estaba por el barrio…”.
El tema es que las suspicacias se mantuvieron, porque la liberación y el saludo era (es) imposible de entender uno sin el otro.
La detención de Don Ovidio causa igualmente suspicacia, pues se lleva a cabo a escasos cinco días de una visita que hará el Presidente de Estados Unidos Joe Biden, a nuestro país.
Es imposible no pensar, cuantimás porque en el operativo se ha filtrado la participación activa de la DEA, que la instrucción de aprehenderlo –ahora sí- vino directamente de Washington, pues además la ocasión anterior, en octubre de 2019, la detención era con fines de extradición, pues en nuestro país no había –casualmente- ninguna causa penal en contra del cachorro Guzmán.
Don Ovidio se ha revelado como el gran operador del cártel de Sinaloa, por encima de sus hermanos Iván Archivaldo y Alfredo, como el más grande productor y traficante de fentanilo, pero también como el más cerebral, pues sus hermanos son conocidos por su alto nivel de agresividad.
En este contexto, la nueva pregunta que surge es si esta aprehensión estuvo pactada con el Cartel de Sinaloa, mismo que a todas luces parecía protegido del gobierno de la 4T, por las razones arriba expuestas; de no haber sido así, la respuesta por parte de la mafia puede ser realmente virulenta, como de hecho ha sido en Sinaloa, situación que se ha extendido al sur de Sonora, a Ciudad Obregón, donde ya Aeroméxico suspendió sus vuelos por el riesgo de la operación en esta ciudad, parte del corredor para el trasiego de droga hacia Estados Unidos.
Sinaloa vive en un estado de sitio, instrumentado por sicarios de los hermanos Guzmán, a quienes temor pareciera una palabra desconocida, pues no es cosa fácil tomar por asalto el aeropuerto de Culiacán, entrar a la pista y tratar de evitar a punta de balazos, el despegue del avión militar que trasladaba a su líder a la Ciudad de México, refriega donde por cierto, resultó afectado un avión comercial de Aeroméxico (lleno de pasajeros), que recibió un balazo en la zona de cola, situación que obligó al piloto a abortar el despegue.
Ambas situaciones son delicadas para el gobierno de López Obrador. La cacareada estrategia de abrazos, no balazos, visto está que no le ha resultado para nada.
El lunes se realizará entonces la Cumbre Trilateral de los líderes de América del Norte Joe Biden de Estados Unidos, Justin Trudeau de Canadá y el anfitrión López Obrador, quien desde ya se avizora que tendrá éxito por el simple hecho de esta detención.
Esperemos ahora la respuesta del Cartel de Sinaloa.
El regalo de Día de Reyes se le adelantó un día al presidente, a ver si no adelanta su salida.
Abrazo solidario a colegas y ciudadanos sinaloenses que sufren una situación delicada de violencia extrema, en la esperanza de que cese pronto y puedan retornar a su normalidad.
¡Qué barbaridad!
deprimera.mano2020@gmail.com