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    Manolo Victorio

    Carpe Diem

    La narrativa de las desapariciones provocadas por la violencia del narco en todos sus ramales expresivos del horror, está presente en las plataformas de streaming.

    Las madres buscadoras reciben un homenaje con la soberbia actuación de Julieta Egurrola, Julia, una madre que busca a su hija Ger hasta perder la identidad y la vida, en el filme Ruido, una de las diez películas más populares de Netflix, dirigida por Natalia Beristain.

    Un retrato de largometraje de la realidad mexicana, de un país cribado, cernido, trillado palmo a palmo a golpe de varilla por los colectivos de madres buscadoras, incansables, invencibles e imbatibles, salvo cuando la bala del narco siega sus propias vidas.

    La desaparición de personas, documentadas desde marzo de 1968 por el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), resumía en la fría numeralia 109 mil 516 personas bajo esta condición, al corte de las 06:29 horas del 31 de diciembre del 2022.

    Lucía de los Ángeles Díaz Genao, integrante del colectivo de búsqueda Solecito Veracruzano, cuadriplica la tragedia que viven miles de familias a lo largo y ancho del país: los desaparecidos y desaparecidas pudieran llenar cuatro estadios Azteca hasta las banderas si fueran convocados a un partido de futbol.

    En la lógica de esta madre buscadora, alejada de las cifras oficiales, los desaparecidos y desaparecidas en México superan los 400 mil.

    Este domingo, Rosalía Castro Toss, cofundadora Solecito, denunció que a causa de la burocracia de la Comisión Estatal de Búsqueda (CEBV), a cargo de Brenda Cerón Chagoya, el colectivo a su cargo lleva seis meses sin poder buscar a sus desaparecidos.

    Doña Rosalía dijo que la última vez que buscaron a sus seres queridos fue en agosto del año 2022, en un predio de la localidad de Arbolillo, municipio de Alvarado, donde fueron ubicadas fosas clandestinas.

    ¿Los delincuentes tienen más derechos que nosotros? Esos van y hacen sus fechorías y quién le piden permiso ¡a nadie! Y si nosotros para buscarlos tenemos que hacer tramites ¡ya basta!», dijo una vez más en una predica lanzada al páramo de la burocracia.

    “Ruido” es una película, otra más, basada en hechos reales. Versa sobre la desaparición de mujeres en México, más de 20 mil, según los registros de la plataforma del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

    La sinopsis es la misma en cada madre que busca a sus hijos e hijas: «Julia es una madre, o mejor dicho Julia es una de tantas madres, hermanas, hijas, compañeras que han sido atravesadas por alguna de las muchas violencias de un territorio en guerra con sus mujeres. Julia busca a Ger, su hija; y al hacerlo irá tejiendo redes con distintas mujeres y sus diversas luchas».

    «Ruido abandona toda sutileza para volverse un film más clásicamente político y un tanto más didáctico. (…) Quizás no sea la elección estética más elegante, sutil o poética, pero Beristain entiende que a ese nivel de agresión criminal hay que contestarle en voz alta», reseñó MicropsiaCine.

    En otra critica del periódico La Nación, se lee: «Beristain esquiva los maniqueísmos de la denuncia social y hace cine con una realidad que resulta demasiado dolorosa». Ya en El Cultural destacaron que es «una película notable» que «propone un viaje a las catacumbas del horror».

    Florituras fílmicas aparte, la realidad sigue intocable, los compromisos de apoyo y soporto hacia los colectivos buscadores vendrán cuando arranques las campañas, otra vez las madres serán noticia y argumento para la guerra de saliva de candidatos y candidatas a un puesto de elección popular.

    Después vendrá otra vez el silencio. La búsqueda por los propios medios en dunas, cuevas, barrancas y manglares, a donde penetre una varilla en forma de cruz hasta hacer contacto con uno de los 206 huesos del cuerpo humano, irán las madres.

    … de otro costal.

    El cruce del río Jamapa por el puente de Boca del Río se ha convertido en una pesadilla cotidiana.

    La Riviera Veracruzana, ubicada en la franja poblacional más rica de Alvarado, en pujante bonanza clasemediera, ha crecido mucho.

    El trafico vehicular para ir o regresar de Boca del Río es un pandemónium cotidiano, sobre todo en las horas pico.

    Juan Manuel de Unanue Abascal, alcalde boqueño, quien se anotó un diez al reconocer a todos los ex presidentes municipales en los 35 años de alcanzar el rango de ciudad, dijo que ya envió dos oficios a la Presidencia de la Republica en solicitud de la construcción de un nuevo puente que comunique a Boca del Río con la Riviera alvaradeña y Paso del Toro, en Medellín de Bravo.

    Dice el joven alcalde que un puente nuevo costaría mil millones de pesos, presupuesto que escapa por mucho a las pretensiones financieras del municipio que administra, que el año pasado inyectó una inversión de 106 millones, sobre todo en pavimentación de concreto hidráulico en las calles secundarias.

    “Debe ser una obra federal”, resume el alcalde boqueño.

    Una obra de ingeniería que seguramente resolverá los cuellos de botella que se arman en la desembocadura del río Jamapa.