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    Manolo Victorio
    Carpe Diem

    «Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los super machos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.»(Eduardo Galeano)
    1.

    Las mujeres toman el espacio público. Marchan, mano a mano forman cadenas de sororidad, gritan, levantan tenderos públicos que exhiben presuntos acosadores sexuales protegidos por el machismo laboral, familiar, social, educativo o en la perversión de los usos y costumbres; se unen a colectivos de lucha, rasgan, lanzan pintura en aerosol, chocan contra la fuerza del estado, se desgañitan hasta quedar afónicas.
    El 8 de marzo montan un ritual en intento desesperado por desbaratar el aforismo del cambiar todo para que todo siga igual.
    El estado es opresor, limita, reduce, desparece, humilla, soslaya, ataca a las mujeres. Norma Lucía Piña Hernández, la primera mujer en sentarse al centro de la herradura del Poder Judicial es ejemplo vivido de como los poderes, sobre todo el ejecutivo, del estado mexicano muerde, ataca, denosta, debilita la figura empoderada de la mujer mexicana en aras de la instauración permanente de un modelo de gobierno, donde el gobernante no admite que alguien; menos una mujer, piense distinto y además, defienda sus ideas.
    En la praxis cotidiana, después de la catarsis, las mujeres retornarán al redil patriarcal donde todo seguirá igual o peor.
    Las estadísticas, memorizadas, seguirán al alza respecto a la violencia que sufren en todos los ámbitos y renglones de la vida, desde el entorno más próximo, la familia, donde siete de cada diez mujeres han sufrido violencia sicológica o física, martirio que al final del camino arroja la estadística brutal de 10 mujeres asesinadas cada día en este país, según datos oficiales de la plataforma del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
    En México, según cifras oficiales de 2015 a enero de 2023, se han producido 6 mil 543 feminicidios.
    Volverán las mujeres a poblar osarios clandestinos, habitarán nuevamente la otredad de la desaparición, limbo donde 20 mil mujeres habitan, desconocidas, ilocalizables, inasibles para sus seres queridos.
    Volverán a la violencia laboral donde en el trabajo no remunerado, las mujeres aportan 2.5 veces más valor económico que los hombres, esfuerzo oculto que si fuera recompensado significaría 71 mil 524 pesos anuales para cada mujer que aporta su trabajo, casi tres veces más a los 28 mil 831 pesos que percibiría un varón si le pagaran por labores no remuneradas actualmente.
    Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, por cada diez horas que invierten las mujeres en labores domésticas, los hombres solo destinamos 3.5 horas. Las mujeres sólo descansan en promedio cuatro horas a la semana; los hombres llegan al hogar malhumorados por ocho horas de trabajo; en exigencia expedita de alimentos y atención.
    Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo publicada por el INEGI, mientras que los hombres perciben en promedio 8, 862 pesos mensuales, las mujeres sólo perciben 6 mil 853 pesos con jornadas que con frecuencia dobletean el esfuerzo masculino.
    Son sólo estadísticas de una cruda realidad donde las mujeres avanzan a contracorriente.
    Y todavía el discurso presidencial las etiqueta, las reduce a un costal ideológico al llamarlas violentas, con pertenencia a una derecha conservadora que merece ser extinguida como un cáncer que carcome el nuevo modelo de país donde marchar organizadas significa una afrenta a los inquilinos del poder gubernamental que aplica la tabula rasa del si no están con la cuatrote son enemigas, cuasi terroristas dispuestas a echar abajo con cohetones y luces de bengala la fortaleza impenetrable de Palacio Nacional, fortificada con vallas metálicas de tres metros para frenar la ira del colectivo femenino, en contraposición a lo escrito por Eduardo Galeano: “porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.»
    Por eso, aunque sea en una jornada histórica, la calle, el espacio público es de las mujeres organizadas, indignadas, en la consigna del rompan todo, es válido para no ser borradas.
    En hurto del cabeceo del Sol de México, 67 millones de mexicanas conmemoraron el Día Internacional de la Mujer, imborrables, invencibles, irrenunciables a su esencia.
    “En México, las mujeres representan el 52% de la población y están en todas partes: estudian, juegan, cuidan, inventan, investigan, legislan, gobiernan, marchan, facturan y pagan impuestos”, dice el sumario de la portada del periódico referido.
    Las mujeres son mayoría, son el espejo del miedo masculino a las mujeres sin miedo, como escribió Galeano.
    Rompan todo.
    2.
    Las 25 mujeres que son la mitad del legislador veracruzano, deben ejercer su sororidad, deben ser murmullo desde sus curules en acción que trascienda.
    Esta es la segunda legislatura donde se aplica la paridad de género.
    Deberán buscar trascendencia, traspasar ese muro patriarcas de sus coordinadores de bancada, de sus dirigentes partidistas, en busca de una legislación más justa hacia las mujeres.
    Tienen, las mujeres de la LXVI Legislatura, una oportunidad dorada para hacer justicia post mortem a Monserrat Bendimes, jovencita asesinada a golpes por su novio, Marlon Botas, en abril de 2021.
    La Ley Monse debe descongelarse, sin importar la pertenencia de las mujeres a institutos políticos acérrimos o aliados, dejar atrás filias y fobias en la imperiosa e impostergable necesidad de frenar la red de protección, ayuda y financiamiento a los feminicidas en el estado de Veracruz.
    Es hora de las mujeres legisladoras, el tiempo se agota.
    El congreso poblano les puso una vara alta con la Ley Acida Ley Ácida o Ley Malena, que contiene penas de 25 a 40 años de prisión a quienes cometan el delito de violencia ácida (atacar a una mujer con ácido u otra sustancia corrosiva), considerada dentro del Código Penal del Estado de Puebla como tentativa de feminicidio.
    El legislador poblano rindió homenaje a Cecilia Monzón, abogada cuyo asesinato inspiró una ley única en México que contempla quitar la patria potestad a los feminicidas
    La Ley Monzón castiga al agresor que asesine a su expareja teniendo hijos en común, éste y su familia pierdan la patria potestad de los menores.
    Es hora que las 25 legisladoras veracruzanas trasciendan.