Sergio González Levet
Sin tacto
O más bien, varios días sin Mañanera, tantos como los 548 que le quedan para entregar la presidencia a Andrés Manuel López Obrador, si él y/o los mexicanos lo aguantan.
Imaginemos que nos informara hoy que a partir del próximo lunes ya no se presentará de lunes a viernes durante tres horas en el Salón Tesorería de Palacio Nacional para “informar fidedignamente al pueblo”, y ocupará el tiempo y lo que cuesta su ejercicio de comunicación con la raza en otros menesteres más provechosos para la nación.
Primero, el gasto. Acudo a la nota de Iván Quezada en El Economista del 3 de diciembre de 2021 y me entero de que interviene directamente en la operación de la Mañanera un equipo de 18 empleados (ocho de logística de medios, dos intérpretes de señas, cinco fotógrafos, dos operadores de redes y Jesús Ramírez Cuevas como el jefe). Bueno, pues el vocero, muy calladito, tiene un sueldo mensual de 163,151 pesos (que sorprendentemente es mayor al del Presidente de la República, contrario a lo que éste afirma, de que nadie de su equipo gana más que él) y si le sumamos los de las otras 17 personas, nos da un total de 811,517 pesos mensuales.
Eso quiere decir que solamente en sueldos, el Gobierno federal ha erogado en las mañaneras 41 millones 798,018 pesos en cuatro años más tres meses y medio, y a eso hay que sumarle el costo de la producción, la cadena nacional, el pago de las atenciones a quienes asisten en su personalidad casi secreta de reporteros y otros gastos no evidenciables, como el pago que recibe la grácil lectora Ana eeeh Elizabeth eeeh García eeeh Vilchis.
¿Imagina usted cuántas dosis de medicina contra el cáncer para niños se podrían haber comprado? ¿O cuántas vacunas de todo tipo?
Y lo otro es que el Presidente podría dedicar tres horas diarias de su valioso tiempo de trabajo, por ejemplo, a atacar el problema de la inseguridad o a tomar algunas clases de diplomacia internacional o a leer los evangelios en la parte que dice “Conocerán la verdad, y la verdad os hará libres”.
Seamos optimistas y soñemos con los ojos abiertos que ya no habrá esos ejercicios cotidianos de insultos, calumnias y difamaciones… de partición del país en dos gajos, uno pulcro, honrado, liberal, y el otro conservador, hipócrita, reaccionario, mentiroso, corrupto, vendido, chayotero, oligarca, multibillonario, lleno de privilegios, inmoral, amoral, etc.
Dejadme la esperanza, decía Miguel Hernández, y en ella la ilusión de que podremos tener algún día un gobierno que una, que convoque a todos, que tolere las disensiones, que aliente la crítica, que sea esencialmente democrático.
Un gobierno sin marchas hechizas y sin mentiras; un presidente cercano a todos, prudente, discreto, congregador, inteligente y capaz.
El primer domingo de junio de 2024 tendremos la palabra
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