Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel
“Un político que dijera la verdad en un mundo tan poco evolu¬cionado como el nuestro sería inmediatamente sacrificado por la estupidez masiva”. (Leonardo da Jandra).
“La neta del planeta”, vale puritita madre nuestra Madre Tierra; aunque este 22 de abril, ¡otra vez!, sea su Día Internacional, porque igual nos la estamos chingando. Para que suene bonito: nuestra Madre Tierra está enfermita, y algunos aseguran que se encuentra en fase terminal. Desde luego, digamos que no todos contribuimos a degradarla (¿en serio?), pero pagan justos por pecadores. Escribiera Federico Fabregat, ¿quién le quita a uno el derecho a venir a este mundo a destruirlo?
Según la ONU, cada año el mundo pierde 10 millones de hectáreas de bosques, una extensión similar a Islandia; los ecosistemas sanos nos ayudan a protegernos de las enfermedades porque la diversidad de especies hace más difícil la propagación de patógenos; alrededor de un millón de especies animales y plantas se encuentran en peligro de extinción. Y eso ¿qué importa? José Jayme decía que la gente se ha cansado de barrer el mundo; pero éste sigue tan sucio como al principio, si no es que más.
Si no creen en la ONU –se basan en investigaciones científicas y es muy probable que sean conservadores-, chequen parte del siguiente artículo de Miguel Villegas, “Cambio climático: los microplásticos invaden silenciosamente las playas del mundo”: “Son las dos de la tarde de un domingo primaveral, el sol ilumina la playa de Tregantle, en el suroeste de Inglaterra, como en un cuadro de Turner. Pero bajo la arena de este paraje paradisíaco se oculta un silencioso invasor.
“Es precioso ¿verdad? Pero mira bajo tus pies”, dice Rob Arnold, de 65 años, activista medioambiental, ingeniero y artista comprometido. Se agacha y extrae de la arena diminutas bolitas de plástico, apodadas por algunos “lágrimas de sirena”.
“En su mayoría transparentes, del tamaño de una lenteja, estas microperlas se utilizan para fabricar objetos de plástico. Pero, como el petróleo, se escapan fácilmente durante el transporte y la manipulación, y son contaminantes persistentes que además absorben otros contaminantes.
“Unos 11.5 trillones de microperlas acaban en el océano cada año, según la organización británica Fauna & Flora. Una vez en la naturaleza, viajan con las corrientes oceánicas y a menudo llegan a las playas y otras costas.
“Por su tamaño y forma, las aves y otras criaturas marinas las confunden con huevos de peces y se las comen. Si un animal que las ha ingerido es a su vez devorado por otro, toda la cadena alimentaria se ve afectada”, explica Arnold.” (heraldodemexico.com.mx, 10/04/23). Ahí nomás.
Uwe Frisch nos dejó, entre muchos, el siguiente aforismo: “Vamos a salvar el mundo” —dijeron, y con admirable rigor lógico procedieron a destruirlo”.
Quien entendió, entendió; luego no estén chillando…
Los días y los temas
De acuerdo con el registro de homicidios dolosos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, del 1 de diciembre de 2018 al 9 de marzo de 2023, tiempo que lleva la Administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, las fiscalías estatales y federales han registrado 148 mil 404 homicidios dolosos en México.
Ahí nada, pescadito (¿pececito?), en un mar contaminado… ¿O debo decir en una Madre Tierra aterrada?
De cinismo y anexas
Con el debido respeto, aquí les dejo estas palabras de mi entrañable Nikito Nipongo: “Tiene éxito la Biblia porque en ella imperan la pornografía, la violencia y la estupidez.”
Total, ¿a quién le importa? Son tiempos –¿siempre?- de no andarle pensando ni mucho menos haciéndole al pen…
Hasta la próxima.