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    Jorge Arturo Rodríguez

    Tierra de Babel

    Aperitivo: “Si Rusia gana la guerra, es catastrófico; si gana Ucrania, se habrá desatado la III Guerra Mundial”. (Marine Le Pen). ¿Más clarito?

    El único y maravilloso homenaje a un libro, es leerlo. Y releer un libro… ¿se imaginan ustedes? Hay que vivirlo, sufrirlo, disfrutarlo, gozarlo, éxtasis, catarsis, desfallecimiento, orgasmo divino y diabólico, místico momento de sumisión y, al mismo tiempo, de sublimación, caída y resurrección, maldición, salvación, detención del tiempo que transcurre arrítmicamente, al compás de la música angelicalmente acorde, cruce de caminos, historia sin fin… Porque un buen libro es aquel que te suelta sólo después de haber acabado contigo, escribiera Ari Volovich.

    Locura y cordura, ahí entre las páginas, las palabras vueltas aves fénix, sonidos, ruidos, silencios. Letras convertidas en filigranas para crear mundos, evocar, invocar, conjurar… En el Principio Era el Verbo… Había una Vez… Sepan Cuantos… Poesía eres tú…

    Para la literatura, como para el Arte en general, siempre hay algo nuevo bajo el sol. La oscuridad se ensancha, cierto; pero ahí, justo ahí, palpita, cual corazón viviente, la luz que abraza y nos deja exhaustos, para volver a empezar. Si hay principio, hay fin, y por lo tanto, hay senderos que si bifurcan. Levántate, Lázaro… 

    “Es triste -si se busca el argumento

    de nuestro error- haberse sometido

    a la verdad y muerto en el intento;

    pero es peor haberse antes rendido.” 

    (Agustina D’andrea)

    Si no leo, me aburro… En el Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor, este 23 de abril, ¿acaso hay que repetirlo? De los Derechos de Autor, pos qué podemos decir si los plagios están al orden del día. Alfonso Reyes escribió:

    “Dijo el paradojista: 

    -Si copio un libro, soy un plagiario; si copio una docena, soy un investigador.”

    No se diga más. Me preocupa la propagación contagiosa de la ignorancia. Juan Carlos Bautista anotó: “Si apagáramos la tele, ¿renacerían las pasiones? ¿Se ampliaría el mundo? ¿Los libros, el arte se abrirían para nosotros? Está bien, está bien: prende la tele.”

    Giovanni Sartori, en el libro La democracia en 30 lecciones, escribió: “… me ha vuelto a la mente un epigrama de Giusti: “Hacer un libro es menos que nada / si el libro hecho no rehace a la gente”. “Rehacer a la gente” es muy difícil. Pero quien se dedica a dar clases sí debe mantener una mínima esperanza.

    Me quedo con la esperanza y la lectura de un libro, bueno o malo, porque de los libros valen los escritos con sangre, los escritos con bilis y los escritos con luz, ¿verdad, Carlos Díaz Dufoo, hijo?

    Los días y los temas

    Veo a la niñez con un celular, ¿dónde y cuándo con un libro? Me dio náuseas ver la foto que difundió la corcholata Marcelo Ebrard en sus redes sociales, donde se aprecia a una menor de edad que parece estar leyendo su libro El camino de México. ¡Por Dios! A esa edad –y cualquier edad-, leer ese libro es como perder el tiempo y nunca haber leído El Principito o En busca del tiempo perdido. Vaya, dijeran los jóvenes, es una mentada de madre, y luego utilizar a los menores… etc. Sin más palabras.

    Mejor les comparto lo siguiente: “Poner un libro en las manos de un niño es una gran responsabilidad; no se trata de llegar un día, vender un libro y nunca más volver. Leer es un acontecimiento que sólo es posible con el acompañamiento de los otros. Leer, contrariamente a lo que se piensa, es ante todo, un acto colectivo como lo es también el quehacer de los profesores que nos hemos empeñado en hacer posible la imagen del libro sostenido por las manos de las niñas y los niños.” (Rigoberto González Nicolás. LELE CírculoLiterario de Maestr@s Oaxaqueños).

    ¿Está claro?

    De cinismo y anexas

    “Pido un aplauso para el amor…”, perdón, para los libros. Les dejo una palmadita en el lomo… del libro:

    *Dicen que un proverbio chino dice: “Si quieres saber algo de algo, escribe un libro”. Ya lo escribí. Ya sé menos de todo. (Luis Herrera de la Fuente).

    *Poeta, no regales tu libro: destrúyelo tú mismo. (Augusto Monterroso).

    Hasta la próxima.