A veces la vida te para de golpe, ya sea porque quiere que te detengas, que te observes, que veas por ti, ¡que pares! Tal vez te dijo antes que te detuvieras, pero no lo hiciste o no pudiste hacerlo, por el trabajo, por la familia, por las responsabilidades… entonces, un día te diagnostican cáncer de mama… y recuerdas ese cuento de «Elena y su Melena»… la bruja, la niebla… la pena…
Esto es parte de la relatoría híbrida que el tuvo el Grupo Juntas Venciendo el Cáncer (Juvecan) Coatepec el pasado sábado con la participación de Rogelia López y Patricia Castelán así como Marlene Cortés, quien da pauta para hablar del cuento de «Elena…» por el tema que se abordó en la reunión: La caída del pelo como efecto secundario a la quimioterapia. Un vaivén emocional.
Siendo por demás importante y sensible este tema que, como otros no se tocan por los médicos, se tuvo la idea de conjuntar la dermatología con el testimonio y apreciaciones psicológicas para ofrecer un panorama que se complementó con la experiencia de las asistentes.
Inicia la doctora Rogelia López con una presentación básica de la anatomía de la piel y del pelo que surge a través del folículo piloso, teniendo un crecimiento de 2 mm al día y 15 a 20 cms al año; se pierden continuamente de diez a 30 pelos, que se van sustituyendo cíclicamente.
Se refiere a la adriamicina como el medicamento parte de la quimioterapia en Cáncer de mama que como todos estos productos llamados antimetabolitos, va a matar a las células cancerosas y de paso a aquéllas que se reproducen rápidamente como son las del pelo y las células de la mucosa que van desde la boca hasta el ano, por eso los síntomas de falta de apetito, mucositis o inflamación de esas mucosas, náuseas, vómito y diarrea.
Marlene, quien además de paciente es doctora, habla de su experiencia con la caída del pelo a manera de cuento, empezando por leer un párrafo de «Elena y su Melena», de Alicia Chamorro: «Elena es una niña feliz y traviesa. Tiene el pelo tan largo, tan largo, que la llaman Melena, pero un día llegó la bruja y con ella la niebla y la pena…»
La historia de Marlene empieza como para todas, con el diagnóstico de cáncer de mama que frenó su vida que parecía perfecta, dejándola indefensa y sin saber qué había salido mal.
Lo que más le afectó a Marlene fue la caída de su pelo que era su tarjeta de presentación, ya que le gustaba pintarlo de azul. Muestra fotos de mujeres con diferentes tipos de pelo y de ocupación. Habla de los roles tan polifacéticos que desempeñan las mujeres y de la importancia que se le atribuye al pelo .
Comenta de manera enfática que a veces «la vida te para de golpe, ya sea porque quiere que te detengas, que te observes, que veas por ti, que pares… tal vez te dijo antes que te detuvieras, pero no lo hiciste y no pudiste parar antes, por el trabajo, por la familia, por las responsabilidades, porque estás acostumbrada a ser todo para todos, a resolverlo todo; pero a partir de este momento y por primera vez, puedes ver dentro de ti y no sabes qué hacer, tienes preguntas sin respuesta como el ‘Por qué a mí?’, pero mantienes la esperanza y la fe, te aferras a lo que tienes y no sabes de dónde te salen fuerzas para enfrentar todo el tratamiento y sus efectos secundarios».
Marlene muestra fotos de su pelo, del antes y después, y cómo se enfrentó poco a poco al hecho de que el pelo volverá a crecer junto con sus ganas de vivir y se reinventó con el uso de pelucas y turbantes adaptándose y transformándose… ¡agradeciendo el estar viva!
La intervención de Paty Castelán invita a afrontar cualquier situación con una buena actitud, sin quedarse en el sufrimiento y poder llegar a la aceptación en este vaivén de emociones. Finalmente, el pelo vuelve a crecer y el duelo también se supera, dejando una gran experiencia que alienta a platicarlo abiertamente a las compañeras que están pasando por este proceso.
En este punto, Paty saca varios turbantes que les obsequia a las mujeres que están recuperando apenas su pelo y hace unas dinámicas para resolver por escrito y posteriormente, de manera oral, para terminar la reunión con una sensación muy agradable de compañerismo y empatía.