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    Julio Vallejo
    La línea delgada entre mi opinión y la tuya

    En un día lluvioso donde el sol no lograba mostrarse, era común ver la sonrisa inocente de cada infante, ¡que ironías de la vida! donde en ese mismo día, podría ser triste para muchas personas.

    Cada que el cielo lloraba, los niños de la calle se alegraban; todo lo enfocaban de una manera positiva; como dice el dicho  -agarrando el toro por los cuernos- el papel periódico no sólo sirve para dar la información, también para hacer barcos de papel. Ya armados los navíos se disponían a disfrutar de ese majestuoso día, jamás te habrías imaginado que por grandes rastas fluye el licor de la tierra, esa que recorre grandes veredas y sirve para el cultivo de las siembras.

    A pesar de que los barcos de papel, se encuentran hechos con amor y esmero de cada niño, se agitan violentamente. Esos galeones infantiles emprendían la felicidad de cada niño dependiendo de la distancia que recorrieran. Todo iba bien hasta que cierto día, llegó Riki el niño pudiente y rico de la calle, ese quien con una sonrisa de paleta payaso dejaba sentir la alegría de que su barco de plástico llegaría más lejos que los de papel.

    La esencia por elaborar los barcos se perdió por completo y  cada que llovía, buscaban a Riki para seguir al buque de plástico.

    Dijera el poeta León Felipe: “que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos”. Y precisamente en uno de los tantos cuentos recientes del hombre, se encuentran los de hace un par de días: un navío lleno de migrantes en aguas griegas y el hundimiento del sumergible OceanGate Titán.

    Pareciera que la ciencia del ser humano, cada vez más está en el irracionalismo.
    A eso se resume la vida; mientras 750 personas van en un navío lleno de migrantes y la pesca era lo menos importante, dejaron que los grandes tiburones durmieran mientras la embarcación iba con rumbo desconocido, pero las cosas son mucho más complicadas cuando cuestionas el por qué las autoridades griegas habiéndolos localizado, sólo emprendió la acción de cerrar las fronteras, dejándolos a la deriva sin importar los más de cien niños que iban a bordo, precisando que todos murieron. Las costas griegas se mancharon de sangre al igual que los blancos hogares de aquella región.

    Por si esto fuera insuficiente, se sabe que no encontraron ni una sola mujer con vida; y de no haber sido por un magnate mexicano, quien acudió al llamado internacional en su yate con valor de más de 175 millones de dólares, no se hubieran rescatado los más de cien sobrevivientes a este mortífero naufragio.

    Sacando partido del dolor utilizando a los medios.

    Que ironía; mientras cinco multimillonarios acuden a ver los restos de lo que algún día fue la embarcación del Titanic, el cual se encuentra a 3.800 metros de profundidad lo único que miraron de cerca fue la implosión del submarino OceanGate Titán; tal cual una lata de refresco a desechar.

    La diferencia de entre un cuento y otro, es que a los del OceanGate gobiernos como Canadá, Estados Unidos, Francia y la india si los buscaron; aun sabiendo que la implosión no dejaría rastro alguno, mientras que en el caso de los migrantes momentos antes de su hundimiento, ningún gobierno se preocupó.

    La desigualdad social siempre ha existido y siempre va a existir, lo que si no deberíamos permitir es la desigualdad humana, donde por el hecho de tener más dinero valgan más que los que menos tienen.