Sergio González Levet
Sin tacto
Hay una palabra que está de moda entre los analistas políticos y no políticos, y que usan a mansalva cuando quieren parecer elegantes: “narrativa”. Escuche usted a cualquiera de los intelectuales orgánicos o inorgánicos, a los comentaristas de televisión, a los politólogos más restirados, a los periodistas afamados, a los hijos predilectos del régimen, y a la menor provocación utilizan la palabrita, con una suficiencia digna de mejores significaciones.
¡Porque por lo general la usan mal!
Por principio, “narrativa” se refiere a un género literario
“La narrativa es un género literario y una forma de expresión artística que se centra en contar una historia o relato, ya sea real o ficticio, utilizando palabras y estructuras gramaticales. Esta forma de comunicación busca entretener, transmitir información, expresar emociones o explorar temas profundos.”
El diccionario de la RAE reconoce cuatro significaciones para el término narrativa-vo, y dice antes que proviene del latín tardío narratīvus:
1. adj. Perteneciente o relativo a la narración. Género, estilo narrativo.
2. f. Género literario constituido por la novela, la novela corta y el cuento.
3. f. p. us. Narración (‖ acción de narrar).
4. f. p. us. Habilidad o destreza en narrar o en contar algo. Tiene gran narrativa.
Pero muchos doctos opinadores han tomado el término como un comodín que les sirve para decir lo que sea que quieran decir. Empiezan a hablar de algún personaje, por poner alguien AMLO, y opinan así: “El Presidente ha exacerbado su… su… su ¡narrativa! en contra de la oposición”, cuando lo que pretenden decir es que ha exacerbado su ¡discurso!
Otra es que usan erróneamente la palabra como sinónimo de “idea” o “proyecto”, como cuando alguien expresa que tal político “trae una narrativa específica en torno a la realidad nacional”.
En la historia de la escritura han aparecido palabras que se ponen de moda, como los vestidos o los vicios. Durante los años 60 y 70 del siglo pasado todos usaban términos marxistas como adorno en el universo de su discurso: plusvalía, proletariado. A la primera persona que no estaba de acuerdo con alguna de sus ideas, le espetaban de inmediato el anatema de ¡fascista!
Ha habido otros términos que han sido tendencia en las bocas de los doctos pensadores y de sus poco ilustrados seguidores: snob, depre (por depresión), realpolitik, nomenklatura, hegemonía.
Con el advenimiento de las computadoras personales también se pusieron en boga algunos términos, como big data, firewall, hackear.
Pero la reina de la moda discursiva actual es “narrativa”. La gente la trae puesta en su boca como quien usa un collar o una pulsera, es decir, como un adorno tan llamativo como insignificante.
Ah, hay una palabra que empieza a llamar la atención en las últimas tendencias. Es “disrupción”, que cada vez se usa más por referencia a ese fenómeno de la comunicación masiva que es la creciente Xóchitl Gálvez.
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