Julio Vallejo
La línea delgada entre mi opinión y la tuya
Recuerdo una vez que estaba en la punta de un cerro con mi bicicleta viendo y sintiendo el aire que llegaba a mi cara, la mirada hacia el frente no dejaba de ver a ese símbolo patrio tan bello que se camuflajeaba con el verde de aquel cerro y lo blanco con las nubes del cielo; el águila parecía que realmente volaba entre ese paisaje de libertad donde la bandera de México ondeaba en lo más alto de aquel carrizo que la sostenía a una altura -más menos- de siete metros. No le faltaba nada. Era perfecta aquella postal de mi símbolo patrio.
¿Qué hacía yo ahí? Pues tomaba valor para bajar esa vereda de tierra de aproximadamente de 77 metros de caída libre y llegar a un campo de futbol. Mi bicicleta y mi inocencia de niño en aquel tiempo me hacía sentir que era una moto de verdad. Quiero contarles que siempre me ponía retos con ella; saltaba las banquetas, los montículos de tierra y la hacía volar por el aire aunque solo fuera un par de centímetros. Uno de los mayores retos era bajar por esa vereda.
Después de un rato de meditación -dijera el chiste mexicano “por mi bandera”- me deslicé por esa enorme serpiente de tierra. Lo primero que sentí fueron mis brazos que parecían grandes resortes amortiguando el camino y el pensamiento más recurrente era el color rojo de la sangre que me saldría por los golpes al llegar a cualquier punto.
Afortunadamente, a escasos dos metros de lograr esta hazaña planeada por varios meses, me fue impedida por un tronco el cual ya no pude evitar; detuvo la llanta de mi bicicleta, salí volando sin dejar el manubrio y después de un par de volteretas en el aire, se me incrustó en la ingle, haciendo que mis genitales se llevaran la peor parte de aquella experiencia. Cuando sentí el dolor, solo me sacó una exclamación: ¡Viva México cabrones! lo logré.
Preferible hacerle honor a mi bandera de esta forma y no aventarme enrollado como Juan Escutia – de una manera más heroica- saltando con ella el día que enfrentaron al ejército invasor.
La inocencia de un infante siempre será respetada y valorada… así como la de los seis jóvenes que perdieron la vida por la patria un 13 de septiembre de 1847 en la batalla del castillo de Chapultepec, donde Estados Unidos quería apoderarse del territorio norte de nuestro país.
Y ya que hablamos del país del norte y de la bandera de México, cuenta la historia que hace un par de días en el show de RBD que se dio en Carolina del Norte en Estados Unidos, el actor y cantante quien por cierto ya no es un niño – Christian Chávez- , ondeó una bandera de México modificada con los colores del movimiento LGBT+ y expresando ante miles de fanáticos del grupo lo siguiente:
“Por muchos años intenté ser algo que yo no era. Quería parecerme a los güeritos ojos azules de las telenovelas, quería tener un cuerpo distinto, quería no estar. A pesar de haber trabajado mucho, a veces me veo y me cuesta trabajo aceptarme tal como soy (…). Ámate como eres. Si los demás no te aman, ¡que se chinguen!, porque tú eres perfecto”.
¡Totalmente de acuerdo con él! y comparto su idea de que deben de aceptarse tal cual son y vamos más a fondo. La sociedad también debería ya de aceptar a esta comunidad y no solo a él, sino todos los seres humanos deberíamos de aceptarnos tal cual somos físicamente porque hay gorditos que quieren ser flacos, flacos que se sienten gordos y así como ese ejemplo, existen muchos seres humanos que no están de acuerdo con su cuerpo ni con su sexo.
Pero aquí viene el “detalle” cómo diría Cantinflas. Como vamos a estar de acuerdo con alguien que no está de acuerdo con nuestros símbolos patrios, es decir, modificar y alterar una bandera y ondearla en un país ajeno al nuestro.
La identidad colectiva de un grupo no puede estar por encima de nuestros lábaros patrios. México es una nación pluricultural y aquí -hablando de símbolos patrios- Cabe resaltar que son protegidos por la Ley; el Escudo, la Bandera y el Himno Nacional.