Inocencio Yáñez Vicencio
Apenas este sábado 30 de septiembre decía yo ante un grupo de distinguidos politécnicos, que nuestras opiniones no pueden ser propias, sencillamente porque nadie tiene una opinión propia, porque desde que abandonamos el vientre, somos todos seres sociales, como bien lo afirmara Aristóteles. Por eso en su libro La Política, dice que la ciudad hace al hombre y no el hombre a la ciudad. Fuera de ella únicamente hay dioses o bestias.
Un hombre aislado no existe, porque la búsqueda de sus alimentos lo pone en contacto con un medio que influye en él, como lo demostró empíricamente Montesquieu. Salvo el libro once de su “El Espíritu de las Leyes”, es un trabajo pionero de geopolítica. Menos partimos de cero. Con razón solía repetir Newton, el aforismo de que somos «enanos encaramados en hombros de gigantes», que aunque muchos se lo adjudican, no es suyo sino de Bernard de Chartres. En las tabernas es muy común escuchar «a mí nadie me va a imponer una opinión, porque yo tengo mi propia opinión». Es patético, porque la verdad es que ni siquiera esa persona se dio cuenta la hora en que perdió su virginidad intelectual y tiene un pensamiento promiscuo.
Casi siempre detrás de estos desplantes se esconden ignorancias que los documentos académicos no pueden ocultar y se quieren conjurar con necedades y nada peor que necedades, que como dice el refrán: a palabras necias, oídos sordos o aquel de que no hay peor sordo que el que no quiere escuchar. Fernando Savater, advertía que solamente los locos salen sin aprender nada de un dialogo, pero le faltó agregar: de un dialogo reglado, al menos que se refiera a que de un dialogo babeliano, se aprende a no hacer lo mismo que nuestro interlocutor si es que realmente queremos aprender y a aprovechar el tiempo. Una cascada de palabrerías puestas y superpuestas sólo puede servir de cortina para ocultar sofismas.
Un pensamiento mientras no se externe no se puede enjuiciar, hacerlo sería invadir la mente, porque está en su casa, pero en cuanto sale, en cuanto se externa, se somete al escrutinio y puede ser desmontado y para ser armado de otra forma o servir de pauta si en su contratación tiene sale bien librado, no sea refutado. Las interpretaciones de los hechos se dice que dependen del ángulo en que se miren, sin embargo, más que eso dependen del material, elementos y método que nos alleguemos. Por eso hay varias interpretaciones de un mismo hecho, que dependen, además de los datos de que dispongamos, va a depender de como los ordenemos, clasifiquemos, veamos similitudes y diferencias y sobre todo, los verifiquemos. De ahí que haya conocimiento revelado, conocimiento intuitivo, conocimiento empírico, conocimiento especulativo, conocimiento científico… El conocimiento revelado lo pondría entre comillas porque ese no es social, es propiedad del elegido, es suyo y de nadie más, es su verdad, es su dogma y los dogmas no se discuten, pertenecen a la escolástica.
Sobre el Movimiento del 68 tenemos muchos testimonios. Van de simples narraciones hasta posturas analíticas. No empleo habitualmente la palabra opinión, por aquella calificación que Platón hacía de ella, como intermedia entre verdad y falsedad. Para mi tanto la historia como narración como la historia como método son importantes. La segunda no tendría material con qué trabajar sin la primera. Es indiscutible que lo particular es más rico que lo general, pero nos ahogaremos en el mundo de lo particular sin la sistematización. Sistematización y articulación, es decir, relacionar los hechos, examinar sus nexos y conexiones.
Es imperioso atreverse a recepcionar todas las propuestas porque hoy está demostrado que se aprende más de la crítica que del halago. El halago nos encierra en el surrealismo y nos impide rectificar.
Gilberto Guevara Niebla, uno de los líderes más críticos y autocríticos del Movimiento del 68, ya se dio a la tarea de pasar lista sobre la más relevante literatura sobre esta gesta. Sobre La Noche de Tlatelolco de Elena Poniatowsca, dice: El mérito fue denunciar la masacre de Tlatelolco, su debilidad es incurrir con frecuencia en imprecisiones, superficialidad, amarillismo e incluso falsedades. Del libro de Luis González de Alba Los Años y los Días, sostiene que: la virtud reside en su calidad de testimonio personal, aunque nunca profundiza en el análisis político; la recreación literaria hace más atractiva la lectura pero no aumenta su capacidad explicativa. (Su segundo libro: 1968 Largo camino a la democracia. Ediciones Cal y Arena. México. 2008).
Sigue Gilberto con su repaso sobre los trabajos de este Movimiento hasta llegar por los que han tenido como propósito absolver a Díaz Ordaz, Echeverría y al general García Barragán.
Todavía hace falta mucho por escudriñar sobre esta lucha estudiantil. Gilberto pone sobre la mesa de discusión dos cosas importantes. La batalla que se especificó entre la corriente reformista y entre la corriente radical. Tomo de él la conclusión de que el Movimiento del 68, es una lucha antiautoritaria.
El Movimiento: Fue juego, ejercicio de autoafirmación, construcción de la propia personalidad, discursos sinceros y demagógicos, lucha, afecto, sexo, romance, trampas tendidas por la policía y el ejército, provocadores y pícaros, vagos y porros, etcétera. Pero no se puede negar que el del 68 fue, ante todo, un movimiento político de orientación antiautoritaria.
Es lapidario cuando afirma que; La verdad es que fue realizado por masas políticamente analfabetas. No hay duda.
Reconoce que: no tenemos una verdad irrefutable o «científica»: las fuerzas dominantes (el PRI y el PAN) se han opuesto categóricamente a una investigación; las iniciativas al respecto han sido parciales y en ocasiones simples mascaradas (como en el caso de la fiscalía creada por Vicente Fox).
La voz de Gilberto Guevara Niebla, sin temor a equivocación, es una de las más autorizadas por eso he querido divulgar puntos de vista suyos, que pueden ayudar a desatar nudos sobre la lucha estudiantil.
Recuerdo el reclamo de Porfirio Muñoz Ledo, en el sentido de que es fundamental que esta batalla no se utilice para olvidarnos de las luchas de los campesinos, ferrocarrileros, maestros, médicos…
Es hora ya que indaguemos sobre los personajes e intereses que intervinieron en el Movimiento del 68. Sánchez Celis, Corona del Rosal, Emilio Martínez M., Alfonso Martínez Domínguez, Jesús Robles Martínez, García Barragán, Barrios Sierra…
¿Qué pretenden algunos universitarios al decir que el Movimiento inició con una refriega entre Voca 5 y prepa 4? Eso es falso. El Movimiento tiene origen en un enfrentamiento entre la escuela donde yo estudiaba, Voca 5 y la Preparatoria particular Isaac Ochoterena, el 23 de julio, sofocada por granaderos. La marcha que pretendíamos organizar con Panchito Hernández (originario de Jaltipan, Ver.) de Voca 2 y otros para repudiar la intromisión de granaderos al Politécnico, que el mismo día se iba a realizar, por lluvia, se suspende y se pospone para el 26. El 26 de julio de 1968, del Monumento a la Revolución al Cuadrilatero del Casco de Santo Tomás, se realiza la marcha de protesta contra la policía. Al pretender dispersarla, se sube Efraín García Reyes y le pide a los estudiantes que vayan al Hemiciclo Juárez para sumarse a la marcha que organiza la juventud comunista (CNED) que partía del Salto del Agua a la Monumento a Juárez de la Alameda Central, conmemorando la Revolución cubana.
Ahí todos son arengados para marchar hacia el Zócalo. Al llegar a las calles de Palma, son recibidos a golpes por la policía. La UNAM entra hasta el bazucaso que derriba la puerta de la prepa de San Idelfonso, que da lugar a la marcha de desagravio que organiza el rector Barrios Sierra, empujado por el Consejo Universitario y por su rencor por haber disputado sin éxito con Díaz Ordaz, la silla presidencial. Así se incorpora la Máxima Casa de Estudios. Pero que claro. El Movimiento del 68 se inicia y lo inicia el IPN.
La acción directa y los muertos los puso el Politécnico. La Plaza de las Tres Culturas donde se perpetró la masacre, es prácticamente la explanada de la Vocacional 7, que como castigo la trasladaron a una ciudad pérdida de Iztapalapa.
Estamos en nuestro derecho de discrepar, pero no olvidemos, se aprende más de la crítica que de los halagos.
Hoy, como bien lo dijo, Gilberto Guevara, al romper con Amlo, el gobierno de Morena, ha traicionado los ideales del Movimiento del 68, por eso tiene vigencia su ideario antiautoritario, para retomar sus banderas de libertad y de justicia