Teresa Carbajal
Debo, no niego; pago, lo justo
La decisión más difícil para un pagador cumplido, es dejar de pagar; respetar la palabra y salvar la honra están de por medio antes que quedar mal, o ser catalogado como “mala paga”.
Es mejor quedar en la ruina, -se piensa-, apretarse el cinturón, hacer un último esfuerzo antes que pasar a la lista negra de morosos. Una serie de malos pensamientos, como la ruina personal y familiar sobrevuelan en la mente día y noche de manera incesante, hasta agotar las fuerzas y quedar sin aliento y sin ánimo alguno hasta de seguir trabajando, (o viviendo) por el fracaso que se llega a creer nos ha acontecido.
El ritual de auto destrucción y ese mal hábito de siempre esperar lo peor, cuando de noticias se trata, es un fenómeno muy bien estudiado por quienes se dedican a la cobranza.
Son maestros en el arte de infundir temor, ¡terror!, a base de amenazas y exhibiendo nuestros sentimientos de culpa, por un mal cálculo en las finanzas personales, un bache familiar, o hasta de lo que no tenemos culpa, se sirven de todo para usarlo en nuestra contra, para ponernos contra la pared o en las barandas del puente del Metlac.
¿Te das cuenta?, los mexicanos hemos sido culpables de todo, del chupacabras, del error de diciembre, de la devaluación del peso, de que los bancos hayan estado a punto de quebrar por avaros, del fobaproa (que aún no terminamos de pagar, por cierto), de la deuda externa, de las malas decisiones de los tiranos que nos han gobernado mientras ellos pregonan pobreza y viven en la opulencia.
Bueno, eso fue en el año de mil novecientos noventa y cuatro, pero qué tal ahora, ¡ah!, pues ahora somos culpables de que los nuevos no hayan podido con el paquete; de que no haya habido trabajo por el covid, de que nuestras pequeñas empresas hayan fracasado, de que hayamos sido dejados en arresto domiciliario, y no hayamos podido ingeniarnos cómo, o de dónde sacar dinero para seguir abonando.
Somos tan buenos pagadores, -lo hemos sido siempre-, que no reparamos en pagar lo que nos pidan, y mas si a cambio nos prometen el consuelo de que será a “poquitos” y en un buen plazo.
Eso pasó en el 94’ las deudas impagables fueron llevadas a reestructura mediante un tramposo plan gubernamental que se llamó Programa de Apoyo a Deudores de la Banca, en donde se planteó resolver el problema de la cartera vencida a nuestras costillas, bueno, se crearon las UDI´s.
Las UDI´s fueron la mejor muestra de crimen de estado que quedó en la impunidad y se llevaron a la tumba nuestros compatriotas pagadores que decidieron solidarizarse con el gobierno en turno para salvar sus casas, sus ranchos, sus propiedades y todo lo que le habían empeñado a los bancos a cambio de un poco de liquidez para poder trabajar o tener casa propia.
Gran indignación generó el hecho de que quienes no participaron en ese programa y haciendo resistencia, se jugaron todas sus cartas hasta el final, y terminaron de pagar antes, o bien nunca pagaron, pues sus deudas prescribieron al quedar en la cartera de los olvidados y nunca se les demandó, o se les venció en tribunales.
Hay ocasiones en las que vale más, hacer tiempo y esperar hasta el final, sobre todo cuando no se tiene dinero para resolver, eso sí, con asesoría, con respaldo y con la dignidad entera.
Viene a mi recuerdo ese fatídico año del noventa y cuatro y los que le siguieron, cuando vuelvo a saber que se abre un nuevo programa de apoyo a deudores, o que se les convence con publicidad que lleva el mensaje de ayudar a liquidar las deudas con un ‘traje a la medida’.
Porque eso siempre ocurre cuando la bomba está a punto de reventar, para terminar de saquear a los de mayor debilidad emocional, y uno de los indicadores infalibles de contexto es el aumento de las cifras de morosidad ante el impago de los créditos.
Las altas tasas de interés, las multimillonarias ganancias de los bancos, y la pobreza encubierta que se maquilla con cifras para convencernos que todos están bien y que la desgracia es personal, cuando no lo es.
¡No lo creas!, ten mucho cuidado, y no entres a ningún programa de ayuda, si no te ayuda; ni un peso más, a deudas que no provocamos, ya vendrán mejores tiempos, porque nadie está obligado a lo imposible.
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