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    Elena Córdova Molina
    Veracruz profundo

    Por si no bastaran los deshonrosos primeros lugares que tiene nuestro querido estado de Veracruz. Todos en situaciones vergonzosas, por ejemplo, somos primer lugar nacional con el mayor número de víctimas de hechos de violencia extrema en el primer semestre del año 2023 con un total de 899. Somos de los primeros tres lugares en pobreza. Somos de los diez estados con mayores desapariciones… y ahora agreguemos que somos también de los estados con mayor ocupación de mano de obra infantil.

    A nivel mundial, un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) señala que este fenómeno se disparó a raíz de la crisis del COVID-19, lo que podría propiciar un aumento del trabajo infantil por primera vez tras veinte años de avances. Este mismo informe dice que los niños que ya trabajan podrían tener que hacerlo durante más horas, o en peores condiciones. Muchos de ellos podrían verse obligados a realizar las peores formas de trabajo, lo que causaría un daño significativo a su salud y a su seguridad. En ese mismo sentido, un estudio de Save The Children (organización independiente líder en el mundo que trabaja a favor de los derechos de la niñez y la adolescencia) y cuyo propósito según se lee: “Nuestra visión es la de un mundo en el que todos los niños y niñas tengan asegurados sus derechos a la supervivencia, a la protección, el desarrollo y la participación, revela que, en Veracruz, la falta de alimentos, atención médica, educación y la pobreza son condiciones que llevan a niños y jóvenes a buscar trabajo para satisfacer sus necesidades básicas.

    El estado de Veracruz se encuentra entre las cinco entidades con mayores condiciones de riesgo de trabajo infantil en México, según el Atlas sobre riesgo de trabajo infantil en México publicado por Save The Children.
    Ahora bien, hay que clarificar que en muchas familias mexicanas y por supuesto veracruzanas, existen menores de edad que colaboran con sus familias en algún tipo de trabajo o labor que requiere cierta dosis de esfuerzo que sobrepasa a veces su capacidad física y mental, mayormente participan con la madre en las labores propias de emprendimiento familiar con miras a obtener recursos mínimos para su subsistencia. Lo que hace imaginar una delgada línea entre la explotación y la colaboración basada en valores incluso tradiciones familiares. Esta situación se da principalmente entre las familias de las áreas rurales y semiurbanas. Así, de pronto podemos ver a niños, menores de edad combinar sus actividades escolares, con el trabajo familiar en el campo o en la preparación de frituras o alimentos para vender o acompañar a vender a su familia, especialmente a su mamá en algún puesto semifijo o en la calle de plano. En cierto modo, podemos decir que esta forma de enseñarles lo que significa el esfuerzo y el valor del trabajo que dignifica es bueno, es positivo. Aquí y así se forman niños que serán personas de bien.

    Por desgracia, la pobreza extrema, las familias disfuncionales, los vicios familiares, la falta de planificación familiar llevan estas situaciones al extremo. Niños que son explotados por sus propios padres, que son quienes deberían procurarlos y protegerlos. Esto es demasiado visible, por desgracia, basta con salir a la calle y ver en un crucero a niños que deberían estar en la escuela o al menos en su casa, basta con ver y leer las noticias en medios de comunicación para darnos cuenta del horror que viven en un mundo insensible e indiferente.

    A mi juicio, el estado debe evolucionar y atender con mas detalle y prontitud las necesidades de estos seres humanos indefensos. Hacer leyes más estrictas y penadas para quien atente contra su integridad, sea quien sea, que no se nos olvide y tengamos siempre presente como adultos, que, dependiendo de la formación que tengan los niños de hoy, serán los comportamientos de los adultos de mañana, quienes tomarán decisiones políticas, económicas y sociales. Así de simple.