Luis Alberto Romero
Hora cero
El PRI en Veracruz es fiel reflejo de los tiempos que corren en el partido en el ámbito nacional.
Sólo quedan despojos de una fuerza política cada vez más disminuida.
En el proceso federal de 2018, el tricolor ni siquiera alcanzó el 14 por ciento de la votación total; y en las intermedias de 2021 sus sufragios no alcanzaron el 18 por ciento.
Por sí solo, sin alianza, el Revolucionario Institucional sólo ganó en 11 de los 300 distritos en disputa; y en coalición con PAN y PRD, únicamente logró el triunfo en 63 distritos.
En Veracruz las cosas no caminan mejor para el priismo: en el proceso de 2018 para renovar la gubernatura, el PRI se fue al tercer lugar –igual que en el ámbito nacional–; y su porcentaje estuvo cerca del 14 por ciento.
Antes, en las elecciones locales de 2017 para renovar los ayuntamientos, este partido sólo ganó en 3 municipios en solitario y en 36 más en alianza con el Partido Verde.
La historia de los comicios intermedios de 2021 en la entidad no fue demasiado diferente: en solitario, el PRI sólo ganó en 22 de los 212 ayuntamientos en disputa; y en alianza con PAN y PRD únicamente se alzó con la victoria en 21 municipios más. En la contienda por el Congreso local, la coalición “Veracruz va” venció en 4 de los 30 distritos veracruzanos.
Esa lastimosa cosecha de votos es resultado, por una parte, del enorme rechazo que provoca la marca priista; y, por otro lado, de la falta de capacidad de una dirigencia estatal del partido que nunca supo cómo enfrentar los retos electorales.
Marlon Ramírez, nombrado por la dirigencia nacional del partido como nuevo representante en los estados de Puebla, Tlaxcala y Morelos, fue una nulidad en el comité estatal del partido en Veracruz.
En el comité estatal no hubo rumbo; tampoco presencia y mucho menos liderazgo.
Peor aún: el PRI de Ramírez Marín ni siquiera fue capaz de integrar los comités municipales; sólo tenía 40 de los 212. De los seccionales mejor ni hablamos; simplemente no existieron, a pesar de que antes eran una pieza fundamental en la maquinaria electoral priista. Incluso el Consejo Político Estatal del partido estaba vencido desde hace dos años.
El trabajo de ese comité estatal se centró en la administración de las prerrogativas, cada vez más disminuidas como consecuencia de los malos resultados en las urnas; y en los pasillos del partido eran comunes las quejas de los trabajadores por el frecuente retraso de sus pagos. En la parte final del periodo, los depósitos dejaron de reflejarse.
La de Marlon Ramírez se convirtió en una posición insostenible y por eso la instancia nacional del partido consideró necesario su relevo, antes de que hiciera un mayor daño.
Sin embargo, la situación del PRI parece irreversible, al menos en el siguiente lustro.
Ya veremos si el nuevo comité, encabezado por Adolfo Ramírez Arana y Lorena Piñón Rivera es capaz de recomponer el rumbo del partido. Finalmente, esta será la dirigencia en funciones durante el proceso 2023-2024, que renovará –para efectos estatales– la gubernatura y las diputaciones locales.
@luisromero85