C. Alejandro Moreno Cárdenas
Presidente del Comité Ejecutivo Nacional
del Partido Revolucionario Institucional
Presente
Señor presidente:
Me dirijo a usted de la manera más respetuosa y atenta para comunicarle mi decisión
de dejar de pertenecer al partido que usted preside y al que me adherí en 1965 siendo
adolescente en Coatzacoalcos.
Esta resolución obedece a mi convencimiento de que el PRI ha abandonado totalmente sus principios al extremo de aliarse con sus
adversarios ideológicos por razones estrictamente pragmáticas, que no tienen que ver
con el bien del país, sino avizorando solo la elección próxima, perdiendo de vista que
los verdaderos estadistas deben abocarse al bienestar de las futuras generaciones.
Es doloroso ver como el partido acabó convertido en el cabús de un tren sin destino
cierto, apoyando a una candidata que desplazó a figuras del propio partido con
muchos mayores méritos y atributos para gobernar. Sinceramente no podría yo emitir
un voto por Xóchitl Gálvez. La decisión de realizar esa alianza con un partido
totalmente adverso, a muchos de cuyos miembros respeto en lo personal pero no
puedo compartir su ideología, es el síntoma del mayor fracaso al que puede llegar una
organización partidista: el abandono de su proyecto para ceder el espacio electoral,
mayor o menor que pudiera tener, a una agrupación que surgió precisamente para
oponérsele. Esa organización ni siquiera va a trabajar sinceramente a favor de
eventuales candidatos del llamado Frente Amplio por México, que surjan de las filas
del PRI, porque la diferencia radical en el ADN de estas dos fuerzas políticas entraña
en el fondo un desprecio y un rechazo visceral contra quienes han militado en las filas
de un partido surgido de la Revolución Mexicana. Basta recordar las expresiones
insultantes de Vicente Fox cuando fue candidato e incluso en estos tiempos sus
intervenciones denostando al prissmo. Otras manifestaciones de diversos personajes
que se desenvuelven en el ámbito de la derecha mexicana, dejan en claro el propósito
de emplear al PRI como un útil “compañero de viaje” del que piensan desembarazarse
más adelante.
Con independencia de lo que resulte en mi estado de Veracruz y al margen de la
candidatura de José Yunes a quien aprecio y respeto, él sabe bien de mi
inconformidad con la derechización del partido y conoce mis profundas convicciones
vinculadas al nacionalismo revolucionario, que como ideología brindó grandes servicios al país y de la cual se ha apartado absolutamente el priissmo en su versión
actual. Esta versión ha sido ya rechazada por un grupo de relevantes políticos
veracruzanos que decidieron abandonar las filas de la organización política que usted
preside.
En el tiempo que milité dentro de esta organización, hice evidente mi oposición a
medidas neoliberales, como la apertura de los sectores petrolero y eléctrico. En
eventos partidistas siempre hice pública esa posición. Como Senador me opuse hasta
donde fue posible a la privatización de los ferrocarriles y las telecomunicaciones, y al
menos en ese tiempo logramos detener el propósito de privatizar el sector energético.
Con todo vigor combatí como diputado federal contra la aplicación del IVA en
medicinas y alimentos, en la época de la presidencia de Fox. Realicé un fuerte
activismo interno en contra de medidas como la autorización para permitir que el
dinero de las Afores se invirtiera en bolsas extranjeras y a favor de la aplicación de
impuestos a las transacciones financieras, que desgraciadamente no prosperaron por
la influencia de una corriente neoliberal que imperaba en el seno del partido.
Siempre participé en defensa de las causas populares y nacionalistas, como fue la defensa de los intereses de miles de ahorradores defraudados en las cajas de ahorro,
muchos de los cuales habían perdido todo su patrimonio y con mi intensa intervención
pudieron recuperar el dinero ahorrado, mediante una compleja negociación en la que
parte de los fondos necesarios para esa devolución, se obtuvo mediante la
regularización de los llamados autos chocolate, pese a una fuerte oposición de la
derecha. Se consiguieron así dos importantes objetivos a favor del interés popular.
También como diputado propuse el impuesto a las bebidas endulzadas con fructosa
para defender a la industria azucarera nacional y a los 15 millones de empleos en ese
momento generaba en el país, a los cuales afectaban unas Cartas Paralelas, sin base
en el TLCAN, fruto de las traiciones neoliberales contrarias al interés de la Nación
En dos ocasiones previas he tenido serias diferencias con la conducción partidista. La
primera, cuando, como miembro de la Comisión Federal Electoral insistí en que la elección de 1988 debería ser materia de una limpieza como se solicitaba entonces,
porque era evidente que se habían cometido irregularidades y que estas debían ser
reconocidas independientemente del resultado al que se llegara. El siguiente
enfrentamiento con la dirigencia nacional se dio con motivo de las desviaciones
internas en la aplicación de los procedimientos para la selección de candidatos y la
pretensión de someter a los militantes a la voluntad caprichosa del presidente del
partido.
En ambas ocasiones las diferencias se dieron respecto de los procedimientos internos del partido. Se trataba de cuestionamientos de forma sin llegar a convertirse en
diferencias de fondo. Ahora sí lo son. Por ello no puedo seguir siendo miembro de un
partido que, de hecho, renunció a su ideología y a su historia en lugar de mantenerse
defendiendo sus principios como un actor vigente en la vida política, aunque sus resultados electorales fueran magros.
Atentamente
Eduardo Andrade Sánchez