Julio Vallejo
La delgada línea entre mi opinión y la tuya
Los juegos de guerreros simbolizan la lucha por el poder. El tiempo no ha borrado de mi memoria aquellos días de infancia. Los dedos índice y pulgar establecían un binomio de confianza al sostener con firmeza los soldados de plástico color verde militar de la primera guerra mundial. Competían en castillos de arena y barricadas que simulaban el campo de batalla.
Solo es un juego y el juego no lleva a una agresión letal. A decir de algunos investigadores, los juegos de esta naturaleza pueden servir para que los niños sean menos violentos y tengan conductas prosociales en su vida real, dándoles la oportunidad de manifestar sus impulsos en un entorno seguro.
En Guerrero, autodefensas reclutan a menores de edad y les brindan adiestramiento tipo para proteger a la comunidad. Les quitan su inocencia y libertad. El crimen organizado también hace lo mismo y, en ocasiones, echan mano de video juegos como Free Fire para engancharlos.
La narcocultura se enfrasca en un análisis profundo donde la reacción débil de la política de seguridad del gobierno parece incorrecta, sino es que cómplice al trasformar a México en un cementerio de infantes.
En el 2021, 250 mil niños estuvieron en riesgo de ser cooptados por grupos delictivos. Tan solo en Guanajuato 412 perdieron la vida en forma violenta dejando a este estado como uno de los más peligros para los menores. Del 2000 al 2019, más de 31 mil fueron reclutados por la delincuencia organizada y dicha cifra aumenta cada día. Desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico en nuestro país, alrededor de 19 mil menores fueron asesinados.
Es un tema de urgente atención no sólo para el gobierno sino para la sociedad en general, quienes de manera conjunta, como los dedos índice y pulgar, amalgamen un bloque que verdaderamente garantice a la niñez mexicana un desarrollo pleno.