Sergio González Levet
Sin tacto
Hay encuestas falsas de varios tipos y niveles. Hasta en eso hay clases.
En el rango más bajo están las que venden muchos vivales que ni empresa tienen y que inventan sus encuestadores, sus metodologías, sus analistas, sus estadísticos y sus públicos. En este tipo se ubican las encuestas que son mejor negocio, ya que sus autores cobran buenas cantidades sin invertir nada, porque todo es fruto de su imaginación, un invento total.
Luego están las encuestas cuchareadas, que son ésas que hacen ciertas empresas que existen realmente, pero que entre sus activos no tienen la ética profesional. En este caso, ellas ofrecen -mediante una cantidad aparte, nada módica- un cambio definitivo en los resultados, siempre a favor de los números del contratante. Ahí se inventan popularidades inexistentes, intenciones de voto falsas, simpatías ilusorias, carismas imposibles. Estas mediciones son muy socorridas por los candidatos oficiales, porque se dedican a elevar la percepción de triunfo y piensan que así los ciudadanos -al sentirse previamente derrotados- ya no irán a votar en contra de ellos.
En tercer lugar están las encuestas dirigidas. En este instrumento, los encuestadores hacen su trabajo solamente en zonas en las que hay una notable simpatía por el partido oficial, y hacen llamadas telefónicas a partir de una lista de supuestos simpatizantes. Entre ellos están burócratas, beneficiarios de los programas sociales, funcionarios, empresarios cómplices de la corrupción gubernamental, familiares y militantes de la Cuarta Transformación.
En este último caso, en teoría las encuestas no tienen que ser modificadas porque se aseguró, a partir de una muestra totalmente desviada, la respuesta positiva que se buscaba para agradar al cliente. No obstante, se han dado casos de que estas mediciones han arrojado resultados ingratos, porque no obstante que son hechas con un público aparentemente cautivo, en muchos casos los candidatos opositores han logrado porcentajes de aprobación elevados. Por ejemplo, si una candidata oficial obtiene un 60 por ciento de la intención de voto, eso quiere decir que entre su misma tropa hay 40 militantes que están en contra suya, y eso debería poner a temblar a los operadores políticos de su partido.
Las encuestas son en su origen un instrumento de medición de la voluntad ciudadana en un momento determinado; una foto fija que retrata una fecha y probablemente una tendencia.
Pero ahora las están usando como un método de propaganda para convencer a la opinión pública de ventajas que sólo existen en la imaginación del Patriarca y sus seguidores, y en la mente de algunos ingenuos que aún les siguen creyendo… que cada día son menos.
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