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    Miguel Ángel Gómez Ruiz
    Contrapunto
    Conocí a Antonio del Río Argudín hace algunos años. Empresario joven, de buena familia y le sobraban amistades. Era buen amigo de empresarios y ciudadanos comunes. También era un buen amigo de políticos, buenos y malos, como le pasa a muchos hoy día.

    Se afilió al PAN y seguramente por allí tuvo la inquietud de servir. No del tipo de políticos que chapulinean hacia otros cargos y que no sólo ocupan cargos para formar parte del poder, sino que solucionan su vida con dinero que no es suyo, sino de otros a los que dicen representar.

    Después de tanto tiempo volví a verle y fue en una rueda de prensa que encabezó junto con el dirigente estatal del PRD, Sergio Cadena, quien fue a denunciar y lamentar la inútil actuación de un gobernador como Cuitláhuac García, en cuya gestión llegó una fiscal que no ha tenido idea de lo que significa el cargo que ocupa y que además, tuvo como director de un penal en Veracruz a un sujeto de la más baja ralea como Iván Márquez Lucido, que se encargó de torturarle de todas las formas posibles a fin de disminuirle o quizá, en su enfermiza mente, matarle.

    Antonio recuerda que fue torturado por ser panista. Ignoro si en el partido al que pertenecía hubo elementos que le brindaron asesoría y ayuda, pero hoy, por lo menos, hay una intención de apoyarle en el nuevo partido al que pertenece, el PRD, de quien es líder a nivel municipal justo allí, en el puerto.

    En el famoso penalito no tuvo muchas veces alimento, no se le permitía dormir y fue tableado por el propio Iván Márquez Lucido, quien le propinó 40 tablazos para castigarle, tan sólo porque era panista y porque el mal funcionario se sentía protegido por el gobernador morenista que en todo momento ha lucido su frustración por no destruir al PAN o a cualquier partido que no responda a sus intereses.

    El perredista ha recurrido a todas las instancias posibles para recibir justicia y eso no ha ocurrido. Ha logrado éxitos gracias a sus abogados. recomendaciones, actas e inclusive, llevó su asunto a la Comisión Internacional de Derechos Humanos, pero no le ha significado mucho. Aun está a la espera de buenas noticias.

    Al platicar con él le veo serio, a veces triste o nervioso. Es natural, ha sido un perseguido de este gobierno pero sigue adelante y sin duda, en algún momento habrá buenas noticias, pues los malos gobiernos y la injusticia no son eternos.

    Comentó que su familia ha sido vital y los amigos que tiene han estado a su lado. Del mismo modo, tiene una opinión muy personal del gobernador veracruzano a quien no baja de idiota. Sobre todo porque ha protegido a delincuentes y por ello Antonio espera que todos paguen.

    Me comenta que continuamente tiene dolores de cabeza, en su estómago y sobre todo en la espalda y columna, por la violencia de la que fue objeto. Aun así, ha seguido adelante, pues este tipo de situaciones no se pueden quedar allí, sin castigo.

    La rueda de prensa culmina y aunque los aplausos de los que se reunieron allí son -mayormente- para el dirigente, pienso en Antonio del Río Argudín y no puedo sino solidarizarme, como lo han hecho algunos, con su caso.

    En efecto, la violencia, la tortura, la cobardía y la ignorancia han sido la constante en un gobierno sin resultados. el fiel reflejo de todos ellos es Antonio, sin duda.