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    Alejandro Bustos

    Sinapsis

    Cada vez se comprueba que el dicho “No podemos estar peor” es una falacia: sí se puede estar -mucho- peor. Y es que, en 2018, los antipriistas se llenaron la boca de repetir ese mantra como loros hasta que el tiempo se encargó de ponerlos en su lugar y desmentirlos. En aquel entonces, la mayoría de los mexicanos votaron enojados en contra del sistema y, como resultado, hemos tenido que padecer al peor gobierno de la historia moderna de este país, que es el que ha encabezado López Obrador. Sin embargo, aunque parezca difícil de creer, en caso de que Claudia Sheinbaum se imponga en las elecciones del próximo domingo, su gobierno va a ser, estimo, 3 veces peor que el de Obrador. Y ahí recae la fortaleza de la oposición a largo plazo.

    En términos políticos, el actual sexenio agonizante, se podría considerar como un periodo perdido, ya que los partidos no oficialistas -PAN, PRI y PRD- se encargaron de todo menos de formar una figura verdaderamente disruptiva que pudiera poner siquiera en aprietos al gobierno. Que nadie los engañe: las plataformas presidenciales no surgen de la noche a la mañana; se preparan con un sexenio de anticipación (en el caso de Obrador fueron 3). Por lo que, si las estimaciones de las casas encuestadoras resultan ser ciertas, la lectura positiva del resultado del próximo domingo es que, aun perdiendo, la oposición va a empezar su resurgimiento y va a experimentar un crecimiento paulatino durante los próximos 6 años. Pero es crucial que oficialismo guinda no consolide nuevamente la mayoría legislativa en ambas cámaras del Congreso de la Unión. Además de que en la boleta ya no va a estar López Obrador, por lo que se antoja como una misión imposible que su candidata emule una votación tan amplia como la del 2018.

    Paralelismos entre Brasil 2011 y México 2024 

    El escenario político de la actualidad me recuerda muchísimo al Brasil de la década pasada. En aquel entonces, el expresidente brasileño ultraizquierdista, Lula Da Silva, al igual que AMLO, concluía su primer periodo con muchísima popularidad. Llegó a tener tal control que pudo imponer a su sucesora, Dilma Rousseff, quien ganó las elecciones cómodamente recibiendo un total de 55,752,529 votos en la segunda vuelta. Su sexenio arrancó más o menos tranquilo, sin embargo, al pasar de los meses, el país se le salió de las manos y ya no había paz social, al mismo tiempo que el efecto Lula se iba desvaneciendo. 

    Dilma no pudo evitar que le tronara en las manos el escándalo de Pretrobas, en el que se señalaba a políticos cercanos a ella, ejecutivos de empresas y altos funcionarios de participar en una red de sobornos y desvío de fondos. Por si fuera poco, tiempo después fue acusada de manipulación fiscal para maquillar el déficit presupuestario de su gobierno en 2014, lo cual es ilegal según la ley brasileña.

    Durante su segundo mandato, Brasil entró en una profunda recesión económica, con altos niveles de desempleo e inflación. Esto aumentó la insatisfacción popular, las recurrentes marchas por la desigualdad y la presión política sobre su gobierno.

    Por lo que, en un intento desesperado por recuperar popularidad, sacó del retiro a su jefe político, el expresidente Lula, nombrándolo Ministro Jefe de la Casa Civil en marzo de 2016. Sin embargo, esta medida fue vista por muchos como un intento de proteger a Lula de las investigaciones de corrupción en su contra, ya que el cargo le otorgaba inmunidad parcial. Al poco tiempo, ella sería destituida por el senado brasileño y el expresidente Da Silva terminaría en prisión en 2018 debido a cargos de corrupción y lavado de dinero en el marco de la operación Lava Jato. ¿Va sonando familiar?

    Durante ese periodo, surgió la inesperada figura del exmilitar Jahir Bolsonaro, un combativo opositor que se erigía como un outsider y al que subestimaron. Con una retórica incendiaria y que algunos ubican dentro del espectro político derechista, se centró en promesas de mano dura contra el crimen, la liberalización económica del país y la lucha contra la corrupción. Sus discursos empezaron a retumbar en cada rincón del país suramericano y logró consolidar su movimiento. Posteriormente, durante un acto de campaña en la ciudad de Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais, el 6 de septiembre de 2018 fue apuñalado en el abdomen. Sobrevivió pero el ataque le causó lesiones graves y requirió varias cirugías que hasta la fecha le han traído secuelas. 

    Como establecí desde las primeras líneas de esta entrega, es un hecho objetivo que México está atravesando el peor momento de su historia moderna pero creo que, como mexicanos, aún no hemos tocado fondo. Si Morena se llegase a imponer en las elecciones del próximo domingo, tal cual le pasó a Dilma en Brasil, México se va a convertir al poco tiempo en un polvorín en las manos de Sheinbaum. Y es que si bien es una hipótesis, no es nada descartable: ha asegurado que va a continuar la militarización de la mano de la Guardia Nacional, no ha explicado el motivo por el cual familiares suyos presuntamente tienen cuentas bancarias en paraísos fiscales y no ha mostrado tener una mínima intención por llevar a cabo la procuración de justicia respecto al derrumbe de la Línea 12 del metro que causó la muerte de 26 personas durante su negligente administración al frente de la Ciudad de México. En cualquier país más o menos normal, esa tragedia le hubiera costado sus aspiraciones políticas al instante.

    En fin, teniendo en cuenta que la línea política de la exregenta de la CDMX es completamente continuista, es fácil anticipar que este país no aguantará mucho más tiempo seguir bajo el yugo de la 4T. Por no decir que no me parece que ella sea una líder competente y sí bastante temperamental e intolerante. 

    Hoy por hoy, no veo una voz revolucionaria que critique duramente a las élites políticas y a los partidos tradicionales, como en su momento hiciera Bolsonaro o en la actualidad el presidente de Argentina, Javier Milei, pero seguro debe estar por ahí. Después de todo, en tiempos de necesidad surge la innovación.

    El Remate:

    Si ya llegó hasta aquí, estimado lector, le pido que no se desincentive. Si usted quiere un México distinto, salga a votar acompañado de su familia y amigos. Como leí en redes sociales, si no le convence de todo Xóchitl, tápese la nariz, dele el beneficio de la duda y vote por ella. Es eso o continuar con este régimen regresivo y que tiene estancado a México en la más patética mediocridad. Quizás Xóchitl (a quien yo he criticado en este mismo espacio) no sea 100% lo que quiero pero Claudia Sheinbaum es 100% lo que no quiero. Así que si se siente identificado con mis palabras, acudamos el domingo a nuestra casilla a reflejarlo en la boleta electoral y confiemos en un milagro a nivel federal. 

    P.D: Veracruz, con Pepe Yunes, va bien pero no hay que confiarnos.

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