Sergio González Levet
Sin tacto
Dedicado al contador René Mariani, todo un gran gourmet.
Estoy en condiciones de afirmar que he descubierto una singularidad y que procederé a detallarla en esta columna, si es que aquí se trata de dar exclusivas.
Antes que otra cosa, me iré a las ciencias, las exactas y las sociales, para explicar lo que es una singularidad.
Primero, el diccionario de la RAE explica que es un sustantivo femenino y la define como:
“Distinción o separación de lo común. idiosincrasia, característica, particularidad, peculiaridad, distinción, distintivo, rareza, extrañeza, prodigio, extravagancia, maravilla.”
Hasta aquí la cosa parece ir bien, pero cuando entramos al campo de la física, los teóricos, tan dados a complicar las cosas sencillas, nos meten en una explicación abstrusa (abstruso: de difícil comprensión). Vean nomás esto:
“El término singularidad puede referirse a: una alteración del espacio tiempo compuesto por partículas subatómicas modificadas de forma que el espacio y el tiempo sean directamente proporcionales y compatibles para crear una estabilidad cuántica.
“La distorsionalidad se define como la ecuación diametralmente negativa al movimiento y masa de la materia.”
En verdad que me quedo con lo que dice el físico Shahen Hacyan:
“Implica que ninguna ley física puede describirlo: más que un concepto físico, la singularidad es un reconocimiento de nuestra completa ignorancia.
Bueno, pues a mi singularidad voy, y es que hice un descubrimiento único en la historia del universo, un caso que no se había dado en la historia desde que empezó a explotar el Big Bang y comenzó el origen de todas las cosas.
Lo digo así sin más, como queriendo negar la maravilla del prodigio:
¡Hay una persona a la que no le gustan las papas fritas!
Sí, existe en nuestro mundo y más aún en nuestro país. Todos los que pensamos siempre que las papas a la francesa (o french fries, como les dicen los gringos) eran un alimento que le gustaba a todos los seres de le creación nos tendremos que dar de bruces ante esta extrañeza de unas papilas gustativas, que revolucionará el concepto de la gastronomía mundial y hará a los chefs cuando menos un poco más modestos.
Esa persona que aborrece las papas fritas la he tenido frente a mi presencia, es incluso alguien a quien le guardo un gran afecto, aunque no nos unen lazos de parentesco.
Guardo su nombre en el anonimato por consideración a su tranquilidad personal, porque imaginen la cantidad de investigadores y científicos de todo el mundo que se volcarían a conocer este verdadero prodigio de la naturaleza, si diera a conocer sus generales,
Pero de que existe, existe, y es probable que usted se haya cruzado con él alguna vez en las calles retorcidas de Xalapa, que al parecer es en donde habita… y ya no digo más.
sglevet@gmail.com