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    Uriel Flores Aguayo

    A casi un mes de las elecciones federales y locales es casi imposible encontrar, si lo hubiera, el elemental balance de los partidos opositores y sus candidatos en Veracruz, especialmente de quien fue su candidato a Gobernador. Sin ese recuento básico y obligado no es posible saber qué piensan de sus campañas y los resultados, si sabían el tipo de elección en la que competían, si tuvieron estrategia y la aplicaron, si están conformes con los resultados y cómo los explican. Es importante que entiendan que las candidaturas y los votos no les pertenecen, que son tanto responsabilidades, en el primer caso, como el respeto y cuidado a la expresión ciudadana. Es grave que no hablen. Los partidos aludidos, como lo mostraron nítidamente en la campaña, siguen en un papel de auto consumo y mutismo; creen que no es necesario, indispensable creo yo, rendir cuentas y fijar posturas. Los candidatos en general muestran una lamentable falta de compromiso democrático. Destaco la excepción de los de Xalapa, impugnando política y jurídicamente, así como informando a la ciudadanía sobre las acciones que están tomando.
    Las posturas que adopten los partidos y sus candidatos debería ser autocrítica, es decir, hacerse cargo de reconocer sus fallas y limitaciones. Sin duda también deben hablar de sus logros. Sin su análisis se pierde una gran oportunidad de aprendizaje y la visión para el futuro inmediato. Nadie les pide que se desgarren las vestiduras ni que se autoflagelen, los necesitamos para luchar por la democracia; pero sí que nos den sus opiniones como actores principales y con campo privilegiado. Sería lamentable y pérdida de una oportunidad para la ciudadanía que dejaran pasar el tiempo hasta que cuando digan algo, si se acuerdan de sus obligaciones democráticas, ya a nadie le interese. Este es el momento. Cuando mucha gente sigue tratando de entender qué fue lo que pasó en estas atípicas elecciones, cuando puede sobrevenir una ola imparable de desaliento ciudadano, cuando hacen falta voces centrales que hablen de no rendirse, de luchar y continuar en caminos democráticos. Es alto el llamado a los partidos opositores y sus candidatos. No deben hacer como que no pasó nada; si después de dar su versión y razonar colectivamente, deciden retirarse o se pierden en el anonimato, ya será cuestión de ellos, pero habrán cumplido con sus deberes democráticos.
    Hay que decir con énfasis que las candidaturas y los votos son de la sociedad cuyos ciudadanos hacen posible sus campañas y las posiciones obtenidas; no es decoroso hacer reconocimientos abstractos a los electores veracruzanos, sin ser claros con el papel que jugaron en la reciente campaña y los compromisos concretos que estarían adoptando.
    Me gustaría saber de los candidatos si sabían que enfrentaban una elección de Estado y que hicieron para sortearla. Tengo la impresión que el candidato a gobernador no la asumió así y que privilegió las imágenes desgastadas y débiles o inexistentes estructuras partidarias en detrimento de la ciudadanía organizada. Las decisiones de los partidos fueron brutal mente antidemocraticas, decidiendo las candidaturas con criterios exageradamente cupulares, y en el peor de los casos, como un asunto meramente familiar. De la ciudadanía nunca se acordaron.
    Termina la elección con una crisis fatal de los partidos “opositores”, convertidos en clubes de cuates y de espaldas a sus obligaciones constitucionales y democráticas.
    El panorama es sombrío para las causas democráticas. A los partidos opositores no se les ve intención alguna de refundarse, arrastran sus inercias patrimonialistas y de auto consumo; ya no sirven como medios democráticos; su papel será irrelevante si no se reforman. Los pocos diputados locales de la oposición jugarán un papel testimonial, casi da lo mismo que estén o no mientras sus agendas sean personales o de grupo.
    En general la oposición política veracruzana, tanto ciudadana como partidista, tiene que partir de una profunda reflexión sobre su realidad y los caminos a seguir. Le queda poco tiempo para reponerse de la derrota antes de que inicie el proceso municipal. Para tal fin requiere inteligencia y honradez, abrir los partidos y proyectar una ciudadanía sana y comprometida.
    No se debería caer en la tentación polarizadora desde la oposición; si esa fuera la apuesta del oficialismo, rehuirla en lo posible. Menos dejar el interés general y las aspiraciones democráticas en manos de las agendas y los fines de grupos políticos que se escudan en los partidos. No es por ahí. Todo nuevo en lo posible y preparativos serios para las municipales.
    Recadito: así como va la integración del gabinete estatal, le van a dejar cargos menores al grupo gobernante.