Destacado

    Julio Vallejo
    La delgada línea entre mi opinión y la tuya

    Política y comunicación, son dos disciplinas que en conjunto se han consolidado como una gran herramienta que ha ayudado al desarrollo de la sociedad; pues a través de décadas, los políticos se han privilegiado de la comunicación para informar, promover y difundir sus ideologías, propuestas y programas, con la finalidad de captar la atención y apoyo del público.

    La comunicación política al igual que la alternancia en el poder, son requisitos imprescindibles para preservar la democracia. Sin embargo, hoy en día pareciera que todo mundo lucha por el poder creyendo que estamos frente a una lucha de sentimientos y acciones ocultas que van a florecer cuando este se tenga, es difícil pero no imposible solamente ¿querer el bien común?

    La democracia se encuentra en riesgo al verse rebasada por las redes sociales y otras formas de comunicación que se están utilizando como instrumentos para el fanatismo. El discurso público por ejemplo, se está viendo modificado hacia una retórica de odio para difundir ideologías divisorias que amenazan sin duda alguna la paz y estabilidad social, al sentar las bases de conflictos y tensiones, que violenten los derechos humanos.

    En los últimos años, los políticos y aspirantes a ocupar algún cargo público en el mundo se están viendo inmersos en la violencia, a causa de los discursos de odio; tan sólo en México, en el reciente proceso electoral se contabilizaron alrededor de 828 ataques contra candidatos.

    El ataque que más marcó este proceso electoral, fue el de José Alfredo Cabrera Barrientos candidato a la alcaldía de Coyuca de Benítez en el estado de Guerrero, quien fue asesinado al concluir su cierre de campaña, remontándonos a cuando se le arrebató la vida de la misma manera al candidato Luis Donaldo Colosio en 1994.

    Por si esto fuera poco, en otras partes del mundo también se está volviendo cotidiano este tipo de acontecimientos. En febrero de este mismo año, los comicios legislativos y provinciales en Pakistán, estuvieron bajo un ambiente de violencia e inseguridad, tras la muerte de al menos 28 personas por dos explosiones frente a oficinas de candidatos electorales en el conflictivo suroeste del país.

    Eslovaquia no se queda atrás, puesto que en mayo el primer ministro Robert Fico fue tiroteado frente a un centro comunitario cultural, recibiendo varios disparos en el abdomen.

    Hace un par de días como película de Hollywood, la pre campaña del candidato republicano Donald Trump quedó conmocionada y teñida por la violencia luego de que un joven de 20 años, le disparara mientras pronunciaba su discurso en la ciudad de Butler, Pensilvania. Tras la difusión inmediata del ataque, su opositor el actual presidente de los Estados Unidos, Joe Biden aprovechó para enviar el siguiente mensaje a los estadounidenses: “el ambiente político en este país se ha calentado mucho. Es hora de enfriarlo. Todos tenemos la responsabilidad de hacerlo”. Así es como debe de funcionar la democracia.

    Para los expertos en comunicación política, estos acontecimientos no son factor sorpresa, Eric Murice, investigador del Centro de Política Europea de Bruselas manifiesta que existe violencia verbal en los ataques publicitarios y en el debate político. Llevándome a reflexionar ¿Por qué muchas personas son sensibles a la desinformación o al menos a las teorías de conspiración? Pues, porque ya no confían en las autoridades.

    Tal parece que la necesidad de tener amor a Dios y al prójimo se ha quedado atrás, ahora lo más importante es la ideología de tener poder, dinero, bienes materiales y muchas comodidades. Estamos ante a una lucha de emociones (odio, coraje, envidia y arrogancia) que produce un desgarre social y un desequilibrio en nuestras vidas.