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    Agustín Basilio de la Vega
    Las dictaduras modernas suelen nacer de procesos democráticos a diferencia de las del siglo pasado que generalmente eran el resultado de una revolución o de un golpe de Estado. En este siglo XXI, hemos sido testigos de la forma gradual y silenciosa, de la captura del gobierno por personas populistas que se dicen demócratas, pero ambicionan el poder absoluto.
    Hace 25 años, Vladimir Putin empezó a dominar el nuevo imperio ruso denominado Federación Rusa convirtiéndose en Primer Ministro y luego en Presidente. Mediante elecciones fraudulentas y el control de los medios de comunicación logró apoderarse de prácticamente todos los cargos públicos para entregarlos a sus incondicionales. Se ha reelecto de manera abrumadora y los auténticos opositores están muertos, prisioneros o en el exilio.
    Venezuela tiene una historia parecida, Hugo Chávez llegó como presidente gracias a una elección constitucional, después se apoderó del congreso y cambió la constitución para reelegirse hasta que murió de cáncer. Nicolas Maduro, su sucesor, se mantiene en el poder gracias a los fraudes electorales que realiza, al ejército y a los venezolanos que son manipulados y engañados.
    Los dictadores populistas de nuestro siglo tienen características comunes: se dicen demócratas, manipulan a los electores mediante propuestas atractivas realizables a corto plazo pero que fracasan con el tiempo, ponen a sus incondicionales en puestos clave, aunque no estén preparados, usan las elecciones para llegar a poder, mediante trampas se apoderan de las cámaras de representantes y luego del poder judicial.
    El discurso del populista es engañoso: dividen a la población en buenos y malos, le echan la culpa a sus antecesores de todos los males del país, todos los días hacen campaña mediante conferencias y redes sociales, proponen obras y programas que le gustan a la población pero que no resuelven los problemas de fondo y se auto consideran superiores a la ley porque según ellos, encarnan al pueblo.
    Para mantenerse en el poder, los dictadores populistas, cambian la constitución a su conveniencia, reparten dinero y favores para comprar voluntades, acumulan ingentes recursos económicos mediante corrupción (sobres amarillos) para sus “movimientos” y premian la lealtad sobre la eficiencia. Cualquier persona que disiente del gobierno o no está de acuerdo con una obra o programa es considerada traidora a la patria.
    Los dictadores populistas son personas atractivas, pues el mal y el error no se presentan aterradores ante las personas poco informadas que reciben “ayudas”. Son maestros de la manipulación y del engaño y no les importa dilapidar recursos, aunque su país quiebre con tal de que su proyecto continúe.
    El resultado de las dictaduras populistas siempre es el mismo: empobrecimiento de las generaciones, arruinamiento de las instituciones, deterioro y destrucción de la infraestructura, inseguridad jurídica y social, educación y salud deficiente y mucho tiempo perdido.
    Los casos ruso y venezolano son dos ejemplos para México dignos de observar pues la consecuencia de tolerar un régimen autoritario significa daños para varias décadas y eso es condenar a nuestros nietos a la miseria.
    X @basiliodelavega 19 agosto de 2024