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    Inocencio Yáñez Vicencio

    No, no Claudia, haces gala de tu ignorancia, cuando declaras que en las pasadas elecciones el pueblo votó por las reformas morenistas. En esas elecciones únicamente votamos para los cargos públicos en disputa, incluido el que a ti se te adjudicó.  Nada mas pero nada menos. Ni siquiera se puede decir esa barbaridad cuando se eligen diputados expresamente para un constituyente, que en rigor debe disolver antes los poderes constituidos o quedar en receso. En 1917, don Venustiano Carranza, quedó como encargado del Poder Ejectivo. La iniciativa del Ejecutivo fue a dar a la basura. Los constituyentes quedaron en completa libertad para producir una nueva Constitucional.  Ojalá leyera los Diarios de los Debates del Congreso Constituyente de 1917, para que se diera cuenta que fue un ir y venir, un quitar y poner, toda una lección de negociación e inclusión. Es paradigmático el enfrentamiento entre los abogados y los revolucionarios. Los primeros invocaban la clásica división de una constitución entre parte dogmática y parte orgánica, pretendiendo enviar los derechos sociales a leyes secundarias, a lo que los revolucionarios encabezados por Heriberto Jara Corona, le refuta, lapidariamente, que si ya está decidido de cuántos apartados, capítulos, artículos y letras esta compuesta una constitución, no tienen nada que hacer ahí. 

    Las tesis kelsenianas de que basta con cumplir un determinado proceso para que sea válida una ley, quedó atrás con el racionalismo de la acción comunicativa que exige para la validez de la ley, que intevengan todas las partes interesadas.

    Lo que usted dice, de que es ilegal, que se opongan a su reforma, quiere expresarle, que sólo en una dictadura es ilegal la crítica y la oposición. 

    Ilegal, por lo menos desde el punto de vista procesal, es que el Ejecutivo, envíe una iniciativa con la orden de que no le cambien ni una coma, por lo cual el Máximo Tribunal, está facultado para anular la ley que resulte de negar la deliberacion a las minorías.  Sépalo, una ley para serlo debe reflejar la voluntad general, no la de una parte, que como bien afirma Rousseau, por mucho que sea mayoría, es parte, es facciosa.

    Morena, ganó, ilegalmente, como lo denunció la morenista titular de Radio Televisión, disponiendo de recursos públicos para su campsña, la Presidencia, pero la potestad de hacer leyes, que no una reforma especifica, corresponde al poder deliberativo, que tiene la obligación de producir leyes resultado de confrontar sus propuestas con otras y dar oportunidad a que presenten argunentos y objeciones todas las corrientes representadas en el Congreso, si no se cumple con el procedimiento de dar voz a todos los representantes, se violentan los principios más elementales del parlamentarismo, por lo cual, el órgano encargado de valar que se cumpla la Constitución, está en su derecho de exigir la reposición del proceso.

    La verdad, Claudia, oírla hablar es patético, pero externar juicios aberrantes como el que los votantes lo hicieron por las reformas que acaban con la República y enviar a la ilegalidad a sus críticos y opositores, es abrirle las puertas de par en par al México bronco. Sus desplantes no dejan duda a que la familias real la promovió, pensando no en sus cualidades políticas, que no las tiene, sino en utilizarla únicamente como tapadera.

    La desesperación de Amlo, por desmantelar antes de irse al poder judicial, no obedece a una cuestión de orgullo, no puede ser orgullo destruir a México, es por el miedo de que halla un poder judicial independiente, que le castigue todas sus sinverguenzadas y termine él y su banda en la cárcel.  Los tiranos se sustentan en el miedo, pero también tienen miedo a rendir cuentas, por eso su obsesión por acabar con los tribunales independientes, los órganos autónomos, los periodistas y todo lo que se le oponga.