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    Agustín Basilio de la Vega

    Recientemente leí un artículo de Juan José Rodríguez Prats que explicaba cómo los parlamentos y los partidos políticos nacieron juntos; el primero para ser un contrapeso del monarca y los segundos para dar cauce y agrupar las opiniones diferentes. Debido a los recientes hechos ocurridos en la Cámara de Senadores en México resulta muy oportuno reflexionar lo anterior y actuar en consecuencia.

    Hoy en nuestro país los ciudadanos votan por representantes con base en lo que ofrecen los partidos y sus candidatos. Se eligen senadores y diputados considerando sus discursos, ofrecimientos y trayectoria, pero también, hay electores que van más a fondo y analizan las propuestas que los partidos o coaliciones debidamente registraron ante los órganos electorales como lo es el Instituto Nacional Electoral.

    Los partidos se conforman por personas que tienen ideas comunes y suscriben acuerdos, programas, plataformas electorales que se comprometen a llevar a cabo y a defender ya sea como gobierno o como oposición. Cuando se integran alianzas electorales, también se hacen compromisos comunes que se informan a los electores para convencerlos de que se actuará conjuntamente.

    Estos ofrecimientos son valorados por los electores durante las campañas electorales quienes deciden dar su voto a los candidatos que les dan confianza de que los honrarán lealmente con sus acciones. El voto es esencialmente un acto por el cual los ciudadanos se fían de los políticos y de los partidos, por lo que entregan su confianza a personas e instituciones.

    De lo anterior se desprende que los diputados y senadores son representantes de la población que votó por ellos.  Por lo tanto, en el momento en que un diputado o senador asume una tarea pública debe honrar la confianza recibida, con valentía y lealtad.

    Cuando un representante  cambia súbitamente de parecer y no cumple su palabra y actúa en sentido opuesto a lo esperado por sus electores, traiciona a todos los que confiaron en él: a sus amigos, conocidos, vecinos, correligionarios y hasta a sus detractores así como a las plataformas electorales y programas de gobierno con los que se comprometió.

    Estas conductas deshonrosas y que deterioran la política contrastan con la vida ejemplar de muchos que la han enaltecido. El mayor ejemplo es de Thomas More quien fue un político, jurista, filósofo, escritor, juez de negocios civiles y lord canciller inglés del Rey de Inglaterra Enrique VIII.

    Tomás Moro (como lo conocemos en México) se negó a aceptar algunos de los deseos del rey  Enrique VIII por lo que fue encarcelado y luego ejecutado tras un juicio sumario el 6 de Julio de 1535. Su lealtad a los ideales, aun confrontando a los poderosos gobernantes hasta las últimas consecuencias, es el legado heroico de Tomás Moro y entre otras cosas, por eso es el patrono de los políticos. 

    Los políticos de hoy debemos inspirarnos en Moro que resistió las presiones y no en los pragmáticos que anteponen sus intereses al bien común. Los ciudadanos esperan que se actúe en política con valor y lealtad. Animar a personas que sí sean de fiar y estén dispuestas a participar en la política, es la tarea que sigue.

    X @basiliodelavega