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    Bernardo Gutiérrez Parra 

    Desde el Café 

    Desde que Andrés Manuel López Obrador era priista, Benito Juárez se convirtió en su paradigma, como también lo son Francisco I Madero y Lázaro Cárdenas. Pero Juárez ha sido su guía, su faro, su modelo, su ejemplo, su ídolo y su dios. Apenas lo nombraron presidente electo dijo que le gustaría pasar a la historia como el patricio zapoteca y ahí la lleva. Ahí la lleva…

    Juárez fue un estadista y López Obrador es un luchador social. Juárez fue un patriota que no se doblegó ante nadie y defendió nuestra soberanía; López Obrador es un hablador pendenciero al que empinó Donald Trump. Juárez jamás insultó a sus enemigos o adversarios y López Obrador recurrió cada día de su sexenio al insulto y al escupitajo. Juárez jamás abrazó a un delincuente y López Obrador no sólo los abrazó, sino que los dejó hacer y les entregó una tercera parte del país. 

    Que se sepa, Juárez no fue un violador de la ley y aborrecía a quienes lo hacían, mientras que su admirador lo hizo en decenas de ocasiones y sin el menor escrúpulo. Por ejemplo, al dar a conocer los nombres direcciones, teléfonos, propiedades y hasta sueldos que devengan sus opositores, violó la Ley Federal de Protección de Datos Personales y el Secreto Fiscal, con lo que puso en riesgo sus vidas y las de sus familias.    

    Juárez aceptó su responsabilidad en cada uno de sus actos y nunca buscó pretextos o culpables. En contrapunto, López Obrador siempre buscó quién se la pagara. El desfalco a Segalmex por 15 mil millones de pesos, fue culpa de los priistas que engañaron a su inocente director Ignacio Ovalle, y no de este sujeto que ahora tiene una oficina en la Secretaría de Gobernación. Los asesinatos en su sexenio fueron culpa de la guerra de Felipe Calderón; las masacres fueron pleitos entre bandas rivales; la desaparición forzada de jóvenes fue porque de seguro andaban en malos pasos; el desabasto de medicamentos es por culpa de la corrupción de las farmacéuticas, el pésimo estado de las carreteras es porque así las dejaron los gobiernos anteriores y la guerra en Sinaloa que ha cobrado la vida de 118 personas es culpa de los periodistas que magnifican los hechos.

    Zacatón y cobarde, el tabasqueño se ha negado a aceptar de manera sistemática la responsabilidad que como presidente le corresponde. 

    López Obrador se va dejando casi 200 mil asesinatos dolosos, 2 mil 526 masacres, 50 mil desaparecidos (un desaparecido cada hora en promedio), 5 mil feminicidios y 47 periodistas asesinados. En palabras llanas, se va dejando un país más ensangrentado que el que recibió. Pero porque así lo ha decretado, ninguna de esas muertes o desapariciones es su bronca. 

    También se va dejando por irresponsable e inhumano, 800 mil muertos por la pandemia del Covid. 

    Pero nos deja para que las presumamos, tres obras que son las mejores del mundo en su tipo… según Andrés Manuel. Un aeropuerto “austero y funcional”, el AIFA, que terminó costando 116 mil millones de pesos, más del doble de lo presupuestado y que nomás no termina por levantar el vuelo. 

    La refinería de Dos Bocas cuyo presupuesto inicial fue de 8 mil millones de dólares, pero que lleva gastados 24 mil millones y está en las antípodas de refinar los 340 mil barriles diarios de gasolina que el propio presidente prometió hace dos años. De hecho, está lejos de refinar cinco, siete o 10 barriles diarios. 

    También deja el Tren Maya que tuvo un costo inicial de 150 mil millones de pesos, pero lleva gastados alrededor de 500 mil millones. Un Tren por el que se talaron 7 millones de árboles y corre el riesgo de descarrilarse porque algunos tramos de vía se construyeron sobre cenotes. 

    Es decir, se va dejando tres obras que en total te costaron a ti lector, 1 billón de pesos y que nadie sabe cuándo irán a jalar al menos a un 30 por ciento. 

    De pilón deja una mega farmacia que costó 2 mil 900 millones de pesos y sirve para maldita la cosa. Cualquier farmacia modesta surte en media hora, las cinco recetas diarias que surte ese adefesio en promedio. 

    Pero satisfecho con lo logrado, el hombre se va “contento y feliz” porque deja un país más seguro “sin torturas, sin masacres, sin asesinatos y sin desapariciones”; con un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, con el mejor sistema educativo del mundo (donde es puro cuento que un millón 600 mil jóvenes hayan abandonado sus estudios), con carreteras del Primer Mundo y dispuesto a aceptar con la humildad que lo caracteriza, el pedestal que le confirió “su pueblo” en la historia. Junto a Juárez, Madero y Cárdenas. 

    Cuando le quedan unas horas en la presidencia, ¿qué tanto se asemeja Andrés Manuel a la grandeza del Benemérito? Mucho lector, casi como dos gotas de agua. Tanto como la Chimoltrufia se asemeja a la Cenicienta.

    bernardogup@hotmail.com