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    Alejandro Bustos

    Sinapsis

    Este primero de octubre de 2024, Claudia Sheinbaum marcará un hito en la historia de este país al asumir la presidencia de México, convirtiéndose en la primera mujer en liderar la nación. Hay quienes destacan este acontecimiento por romper con siglos de dominio masculino en la política mexicana, por lo que surge la reflexión sobre el rol de las mujeres en la política global y las inevitables comparaciones con otras líderes que dejaron su huella en el mundo.

    Claudia Sheinbaum, física de formación y exjefa de gobierno de la Ciudad de México, ha logrado un ascenso en la política nacional con un estilo técnico y orientado a la política social. A lo largo de su carrera, ha priorizado temas como el combate al cambio climático, el transporte público y la justicia social. Por lo que su presidencia comienza con grandes expectativas pero también con enormes desafíos: la grave crisis de violencia e inseguridad, el crecimiento económico estancado y la desigualdad social. Además, su liderazgo estará bajo el constante escrutinio de sectores que desean una continuidad con las políticas de su predecesor y jefe político, Andrés Manuel López Obrador, y otros que aguardan con incertidumbre y pesimismo en áreas como el Estado de Derecho (tema bastante álgido después de la aprobación de la turbulenta Reforma Judicial) y la relación con nuestro principal socio comercial, Estados Unidos.

    Un paralelismo con mujeres líderes del mundo

    La llegada de una mujer a la presidencia de México nos invita a recordar otras figuras que ocuparon roles similares en sus países, cada una con estilos, contextos y legados muy distintos. Uno de los nombres más inmediatos es Angela Merkel, quien gobernó Alemania como Canciller durante 16 años y fue conocida por su calma, pragmatismo y su capacidad para manejar situaciones difíciles, desde la crisis financiera global hasta la de los refugiados del 2015 (la más grande que ha vivido la Unión Europea desde la segunda Guerra Mundial). Merkel no era una líder carismática en el sentido tradicional, pero su enfoque centrado en el consenso y la estabilidad fue clave para el éxito de su gestión.

    Sheinbaum, aunque con menos experiencia en la arena internacional, podría emular parte del enfoque de Merkel en cuanto a la búsqueda de acuerdos multipartidistas y estabilidad en la política mexicana, una cualidad que podría ser especialmente útil en tiempos de polarización extrema, provocados en gran parte por su predecesor. Al igual que Merkel, Sheinbaum es descrita por quienes la conocen como una tecnócrata, con una mente analítica que puede resultar beneficiosa en áreas como la ciencia y tecnología, lo que podría darle una ventaja en la gestión de problemas complejos como una eventual nueva pandemia o el cambio climático.

    Por otro lado, tenemos a figuras como Margaret Thatcher, la primera mujer en liderar el Reino Unido. A menudo conocida como la «Dama de Hierro», Thatcher gobernó con firmeza, promoviendo políticas neoliberales que transformaron profundamente la economía británica. A diferencia de Merkel, Thatcher fue un ícono de un liderazgo que no buscaba necesariamente el consenso, sino imponer una visión clara y definida de lo que creía que era necesario para revitalizar al país en un momento de crisis política y social. En este aspecto, es seguro que Sheinbaum se distancie de ella: aunque comparte una visión clara sobre la transformación del país, su estilo y su ideología política difieren claramente como el agua y el aceite.

    Finalmente, Dilma Rousseff, quien fue la primera mujer presidenta de Brasil, también es un referente relevante y con quien, de hecho, le encuentro más similitudes. Dilma llegó al poder con un fuerte mandato popular y, al igual que Sheinbaum, provenía de un movimiento progresista; sin embargo, su mandato terminó con una destitución polémica, que evidenció las dificultades inherentes a gobernar en sociedades profundamente divididas, así como acusaciones graves de corrupción (véase caso Petrobras). Aunque el contexto de México y Brasil difiere, la experiencia de Dilma podría servir como una advertencia para Sheinbaum: mantener el equilibrio entre las demandas populares y las élites económicas, además de una gestión transparente, serán clave para evitar cualquier conflicto de esa magnitud.

    A pesar de que cada líder mujer ha enfrentado desafíos únicos, Claudia Sheinbaum entra al Palacio Nacional en un contexto que la obliga a medirse bajo criterios de eficiencia y resultados. A lo largo de su mandato, su capacidad para mantener un equilibrio entre sus políticas sociales, el crecimiento económico y la gestión de la seguridad determinarán su legado.

    Al igual que Rousseff, podría encontrarse en la encrucijada de cumplir con las expectativas de su base electoral (profundamente obradorista) sin generar demasiada fricción con las instituciones políticas y, sobre todo, económicas. Máxime, si como algunos aseguran, la alargada sombra de López Obrador sigue merodeando su gobierno, evitando que tenga libertad y margen de maniobra para implementar sus propias políticas públicas.

    El ascenso de Claudia Sheinbaum al poder abre un nuevo capítulo en la política mexicana. Aunque será comparada con otras mujeres que han dejado una marca en la historia global, su desafío será forjar su propio camino en un país que demanda, más que nunca, soluciones urgentes. Sólo el tiempo dirá si Sheinbaum se convertirá en un símbolo de estabilidad, transformación o quizás algo más. Lo que es seguro es que México estará mirando con atención.

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