Destacado

     Sergio González Levet

    Sin tacto

    Como sucede siempre un jueves de octubre, la Academia Sueca dio a conocer ayer el nombre de quien obtuvo el Premio Nobel. Los lectores de todo el mundo nos enteramos que esta ocasión lo había ganado la escritora de Corea del Sur Han Kang, la primera persona de su nacionalidad en obtenerlo y la mujer número 18 desde que se entrega esta distinción, que ganó por primera vez el poeta parnasiano francés Sully Prudhomme.

         Esa cifra poco equitativa (116 señores contra ahora 18 escritoras) da pábulo a un regocijo especial por el hecho de que le haya correspondido a una dama, lo que se suma a que haya sido de un país que no tenía escritores Nobel.

         El lunes daré más información sobre Han Kang, pero hoy me quedo con este poema, uno de los pocos suyos que se han traducido al castellano:

    Negrísima casa de luz

    Aquel día en Ui-dong

    caía el aguanieve

    y mi cuerpo, compañero de mi alma,

    tiritaba con cada lágrima derramada.

    ¿Está dudando?

    ¿Qué estás soñando, flotando así?

    Casas de dos pisos encendidas como flores,

    debajo de ellas aprendí la agonía

    y hacia una tierra de alegría aún sin tocar

    como una tonta extendí una mano.

    Sigue tu camino.

    ¿Qué estás soñando? Sigue caminando.

    Hacia los recuerdos que se formaban sobre la farola, caminé.

    Allí miré hacia arriba y dentro de la pantalla de luz

    había una casa negrísima. Una negrísima

    casa de luz

    El cielo estaba oscuro y en aquella oscuridad

    las aves residentes

    volaron deshaciéndose del peso de sus cuerpos.

    ¿Cuántas veces tendría que morir para volar así?

    Nadie sostendría mi mano.

    ¿Qué sueño es tan hermoso?

    ¿Qué recuerdo

    brilla con tal fulgor?

    El aguanieve, como las puntas de los dedos de la madre,

    se amontona en mis cejas despeinadas

    golpea las heladas mejillas y de nuevo

    acaricia ese mismo lugar,

    Date prisa y continúa tu camino.

    sglevet@gmail.com