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    Miguel Valera

    Contraseñas

    La iglesia católica, como toda institución humana, está plagada de luces y sombras. Si por un lado le opaca los escándalos históricos de la pederastia, por el otro le hace brillar el compromiso social, el trabajo por los más pobres de algunos clérigos que deciden tomar esa ruta de ser verdaderos testigos de lo eterno en el tiempo. 

    Ese fue el caso del padre Marcelo Pérez Pérez, asesinado brutalmente este domingo luego de una misa que celebró en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Vi ayer, la imagen de su padre, don Miguel Pérez Santiz llorando ante su féretro y me conmovió.

    Indígena Maya Tsotsil, el padre Marcelo prestaba sus servicios en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en este municipio chiapaneco en donde fue obispo Samuel Ruiz García. Fue promotores de los procesos de diálogo y pacificación en el estado Chiapas, una entidad a la que catalogó, según consta en registros periodísticos como “una bomba de tiempo”.

    Fue amenazado de muerte en varias ocasiones. Su discurso era contestario, crítico, de confrontación con la realidad. Su actuar bien podría aplicarse a las propias palabras que Mateo pone en boca de Jesucristo: “no vine a traer la paz sino la guerra”.

    Sí, la guerra contra las injusticias, contra los procesos criminales, contra la opresión de los indígenas y los más pobres. Seguramente sabía que le esperaba muerte violenta. Ese ha sido el destino de los profetas en la historia de toda la humanidad.

    “Chiapas es una bomba de tiempo, hay muchos desaparecidos, muchos secuestrados, hay muchos asesinados por la presencia del crimen organizado en Chiapas”, dijo un 13 de septiembre de 2024 en una entrevista que concediera en San Cristóbal de las Casas, durante una manifestación para exigir la paz en el estado, en la que participaron feligreses de las tres Diócesis de Chiapas.

    Nacido en la comunidad de Chichelalhó, en San Andrés Larráinzar, el padre Marcelo fue hijo de campesinos. Se ordenó sacerdote el 6 de abril de 2002 y fue párroco de Chenalhó. Nunca cerró los ojos ante la lacerante realidad que vivían sus hermanos indígenas. Nunca se cayó.

    Durante décadas, nos dice Jorge Reyes en el Semanario Desde la Fe, fue un activista en favor de los derechos humanos y por más de 10 años permaneció en Simojovel. Coordinaba la Pastoral Social de la Provincia de Chiapas, que integra las Diócesis de los municipios de San Cristóbal de Las Casas, Tapachula y Tuxtla Gutiérrez, y apoyaba a organizaciones y grupos indígenas religiosos, además de que dirigió peregrinaciones y actividades sobre la salud, la pobreza y la violencia en Simojovel.

    A su vez, el Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel, quien le confirió el orden sacerdotal, escribió en una carta muy emotiva: “Estoy muy adolorido e iré a su sepelio este lunes. Fue de los primeros sacerdotes indígenas que ordené como presbítero”.

    “Siempre estuvo comprometido con la justicia y la paz entre los pueblos originarios, sobre todo en Simojovel y acompañando a las víctimas de la violencia interna en Pantelhó. Nunca se metió en políticas partidistas, sino siempre luchando por que los valores del Reino de Dios se hicieran vida en las comunidades. Son los valores de verdad y vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz”

    “Su asesinato nos demuestra, una vez más, el clima de violencia que se ha desatado en Chiapas y en casi todo el país. Hay una descomposición social, que empieza por la destrucción de la familia y se consolida por la impunidad en que actúan grupos armados. No todo es culpa del gobierno, pero es indicativo de que el gobierno y todos nosotros, incluso las iglesias, estamos rebasados”, expuso el prelado católico.

    Los tiempos de violencia no han cesado en nuestro país. Llevamos en nuestra sangre el deseo de la muerte del otro, del avasallamiento. Ni el cristianismo en sus más de 2 mil años, ni ninguna otra religión en el mundo han logrado contener esta sed de Caín de atentar contra el Abel que tenemos al lado.

    ¿UNA MUJER PARA XALAPA?

    Se acercan los tiempos de relevo político en la capital veracruzana. Y como una mujer tomará la silla de Palacio de Gobierno estatal, la ingeniera Rocío Nahle García, se sabe de muy buena fuente, que una mujer será el relevo del empresario Ricardo Ahued Bardahuil en la silla municipal de la capital. Será una mujer de resultados, de larga militancia en la izquierda, de larga trayectoria en el trabajo social y de serias convicciones. ¡Hagamos las apuestas!, porque esto del empoderamiento de las mujeres será una realidad en la capital veracruzana.

    @MValeraH