Alejandro Bustos
Sinapsis
Ayer se cumplió una semana desde una de las derrotas más impactantes en la historia política moderna de los Estados Unidos. Para los demócratas, la resaca ha sido amarga y desoladora, y el golpe ha dejado una profunda marca.
Ocho días después, comentaristas y analistas siguen ráscandose la cabeza elaborando hipótesis en columnas y medios de comunicación, tratando de entender las causas de esta derrota. No obstante, gran parte de estas reflexiones parecen evadir una autocrítica genuina que les permita salir de su burbuja. Aquí, sin pretensiones, tengo mi propia respuesta.
Cabe recordar que en este mismo espacio, precisamente un día antes de las elecciones, expuse mis razones por las cuales consideraba favorable el regreso de Trump a la Casa Blanca. A juzgar por los resultados, una gran parte del electorado estadounidense está de acuerdo conmigo.
Sin embargo, muchos otros fueron cautivados por los cantos de sirena de una élite de celebridades, deportistas y empresarios de alto perfil.
Es indudable que casi el 90% de las personalidades más destacadas de Hollywood respaldaron la candidatura de Kamala Harris. Entre ellos, nombres tan reconocidos como LeBron James, Leonardo DiCaprio, Beyoncé, Taylor Swift, Robert De Niro, Oprah, Jennifer López, Jane Fonda, Eminem, Bad Bunny, Lady Gaga, Mark Cuban, Bill Gates, Jon Bon Jovi, George Clooney, Julia Roberts, Madonna, Bruce Springsteen y Katy Perry, entre muchos otros. A esto se suma el apoyo abierto de la mayoría de los medios de comunicación (como también documenté aquí mismo: https://enestahora.mx/resumen.php?id=32612), incluyendo comentaristas y columnistas, incluso mexicanos.
Así pues, todos ellos resultaron ser los grandes perdedores de la jornada electoral del pasado 5 de noviembre, junto con Kamala Harris. ¿Por qué? Porque se demostró que a NADIE le importan sus opiniones politicas, a pesar de tener millones de seguidores. El artista debe ENTRETENER, no comportarse como un falso activista que se siente con derecho de sermonear y regañar a su audiencia.
Pero vayamos más a fondo ¿qué tienen todos ellos en común, además de la fama? La total desconexión con la gente normal.
Es evidente que ninguno de los mencionados –y otros más que podríamos añadir– enfrenta las dificultades cotidianas que aquejan a la clase trabajadora estadounidense.
Las encuestas a pie de urna, realizadas el mismo día de la elección, revelaron los temas que más preocupaban a los votantes: el estado de la economía, la inmigración ilegal y la crisis fronteriza, el aumento de la criminalidad, el crecimiento de la cultura woke y la cancelación, la falta de legitimidad de Kamala Harris al no haber ganado la candidatura en primarias, y el evidente deterioro cognitivo del presidente Joe Biden.
En cuanto a la economía, los altos índices de inflación están ahogando a muchas familias, que ahora enfrentan mayores dificultades para costear alimentos básicos. Según el Índice de Precios al Consumidor (IPC), la inflación acumulada en lo que va del año es del 2.8%. Lamentablemente, ir al supermercado se ha vuelto una experiencia llena de ansiedad para familias que antes no tenían problemas para cubrir sus necesidades. Dudo que George Clooney, desde su mansión en el Lago Como, tenga una idea clara de lo que esto significa.
Por otra parte, hay una creciente preocupación en la ciudadanía por la invasión, nunca antes vista, de inmigrantes ilegales. Y no es un temor infundado. Varias familias, desgraciadamente, han sufrido la pérdida de un ser querido a manos de escorias que raptaron, violaron y asesinaron a sus hijas (véase los casos de Laken Riley y Jocelyn Nungaray, mismos que citaré al finalizar esta columna). Ante ello, Trump ha prometido mano dura y dar prioridad a sus compatriotas. No es muy difícil anticipar hacia qué lado se terminaría por inclinar el péndulo.
La cultura woke, tantas veces discutida, es una ramificación de esta moda progresista que muchos intelectuales desafortunadamente han adoptado; sin embargo, abrazarla, acarrea terribles consecuencias colaterales. Como por ejemplo, el fin del sentido común. Ahora es aceptado que un hombre de nacimiento, que desee cambiar su género, pueda participar en deportes de mujeres e incluso compartir baños y regaderas con ellas. Y cuidado con denunciarlo y mostrarte en desacuerdo porque podrías ser llamado «transfóbico», así como ser objeto de cancelación social -la cual puede costarte tu trabajo y tus relaciones personales-. La gente simplemente se hartó y dijo: ¡ya basta!
Finalmente, el manejo del partido demócrata también ha dejado mucho que desear. Kamala Harris fue seleccionada sin pasar por una elección primaria, lo que genera la percepción de que heredó el cargo sin ganarlo por mérito propio, más como un «rómpase en caso de emergencia». Lo anterior, debido al evidente deterioro de Joe Biden, quien, por cierto, se despide de la Casa Blanca con una aprobación del 40%, la cifra más baja para un Demócrata desde el expresidente Jimmy Carter, quien terminó su mandato con un 38% en 1981. ¡Hace más de 40 años!
En mi opinión, las razones están claras. Entiendo, sin embargo, que el polémico presidente-electo pueda despertar una animosidad irracional en algunos sectores. Eso sí, los primeros nombramientos de su gabinete han generado expectativas muy positivas, al priorizar principios libertarios como la reducción de regulaciones innecesarias y la disminución de la burocracia, con figuras como Elon Musk a la cabeza del Departamento de Eficiencia Gubernamental, lo que se perfila como una señal alentadora de lo que se viene.
¿No le parece suficiente? ¿O Usted qué opina?
Fuente:
Caso de Laken Riley:
Caso de Jocelyn Nungaray:
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