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    Vicente Luna Hernández 

    Ayer compartí un café con mi amigo Luis Frutos Santillán, no es un conocido ni un compañero más, es un amigo que ayer conocí más gracias a compartir un café, ya no hablamos del acontecer político municipal, estatal ni nacional mucho menos mundial, no hablamos de la clase gobernante ni de partidos políticos, no hablamos del clima ni del proceso municipal electoral próximo, cosas importantes pero menos importantes de lo que charlamos de manera entusiasta.

    Saboreando un rico café y una rebanada de pastel de chocolate confirmé una vez más que para mí eso es la felicidad, disfrutar la compañía de un amigo sin falsas poses y disfrutar la charla no de proyectos pasados ni de proyectos futuros, charlamos sobre lo más importante que mucha veces se deja de lado, quienes somos y por qué somos como somos – parece un trabalenguas pero no lo es – no hablar de uno mismo sino del que tenemos enfrente, ante el ritmo de la vida y el acompañamiento del teléfono celular, se deja de lado la cercanía personal, se habla con muchos pero al mismo tiempo se habla poco, se habla mil temas pero la mayoría son vacíos y superficiales, ¿por qué no hablar de nosotros?

    Ayer mi amigo Luis me compartió parte de su niñez, sus recuerdos familiares, sus recuerdos con su madre pero sobre todo, fui testigo de la importancia que le da al concepto “familia”, no importan las distancias que viajar ni el parentesco que se tenga, si son de primer, segundo o tercer grado, para él todos son cercanos y esa es la enseñanza que me dio, se habla tanto de la familia y de que es el núcleo social más importante en nuestra sociedad, de la importancia que se le da en México en todos los foros y en la conversación pública pero ante la ruptura social que hay en mucha partes del país y la violencia familiar que se respira, ¿estamos conscientes que algo falla en México con el concepto “Familia”?

    Hay que aprovechar estas fechas – es cierto, cualquier fecha es buena – para escuchar más al de enfrente, amigos de toda la vida que los vemos de manera continua y hablamos de mil temas y arreglamos el mundo de manera instantánea, saltamos de un tema a otro como brincábamos los charcos ayer camino a la escuela, es agradable ver a los amigos de ayer y a los amigos de hoy pero es más agradable sentarse en torno a un café acompañado por amigos y sin falsas poses, estrechar las manos, dar un buen abrazo cálido y viendo a los ojos decirles: “hablemos de nosotros”.

    P.D.- Con el ánimo que el “amor” al teléfono celular que parece que es lo de hoy no sea un obstáculo para dar y recibir un buen abrazo cálido…Escribiré otro día.