Uriel Flores Aguayo
Es de obviedad afirmar que la política y los políticos gozan de actual y renovado desprestigio. La regeneración en el poder es simuladora y no pasa de ser una etiqueta o estribillo de campaña. La abundancia de partidos no trajo en general más pluralidad ni significa animación alguna a una participación ciudadana de mayor tamaño. Sin mucho indagar la mayoría de la gente piensa que todos son iguales y no se involucra. Es una actividad que sigue siendo reservada a unos cuantos. Los que viven en una burbuja, con sus propios códigos de comunicación y preocupaciones de auto consumo. Solo en el sectarismo y la confusa fraseología disque transformadora se cree que son una especie de salvadores y ejemplo de superioridad moral. Solo es retórica común y corriente y, cada vez más, vulgar demagogia.
La política electoral recorre los caminos de siempre, la disyuntiva añeja y vigente entre el voto libre y el voto clientelar. Las elecciones son brutalmente inequitativas, como siempre, donde el dinero y los aparatos públicos son determinantes. Nunca se fue el modelo del partido oficial, solo cambio de siglas y color. Las coaliciones polarizantes tienen recursos inagotables y pueden llegar más rápido con sus mensajes. No tienen ideas ni propuestas. Acuden a la oferta de los programas sociales y nada más. No hablan de economía, empleos, educación, ciencia, cultura, seguridad o asuntos de ese tamaño. No pasan del intento de capitalizar las vacunas anticovid, sobre todo los del partido gobernante.
Sin información y libertad los votos no pasan de ser números, sin claridad de proyectos y mandato democrático. Da igual. En el ámbito municipal lo hemos visto siempre, el color del partido y su número de Ediles cambia muy poco de uno a otro. Es irrelevante. Pueden acordar lo que quieran. Viven en una burbuja. Su incidencia en la vida de la comunidad es casi nula. Sin transparencia y rendición de cuentas son Gobiernos que no gobiernan. Además se ocupan de que la ciudadanía no sepa y no participe.
En general la política sigue siendo lo mismo de siempre, hueca y orientada por intereses particulares. Lamentable no son los mejores quienes se animan a incursionar en la política. Claro qué hay excepciones. Esa es la realidad en la que se debe y se puede intentar algo al menos. No es el paraíso pero tampoco el infierno. Es el ámbito en el cual es posible opinar, proponer y llevar a cabo acciones viables. Y nada más. Los liberadores de ambos extremos son disfuncionales a una ruta democrática.
Para andar en esto se requiere ánimo especial y cierto masoquismo. Creo que es asunto de ingenuos, idealistas, pragmáticos, charlatanes y tranzas. De todo eso hay en el campo político. Es la realidad. No cambiará por buenos deseos si alguna vez cambia. Los inmaculados son tan humanos e imperfectos como cualquiera. De a poco, con granitos de arena, con ejemplos, con debate, con convicción, con persistencia y con ideas es perfectamente posible impulsar prácticas sanas y útiles en la política y, tal vez, en los partidos, aunque ahí es más difícil. De inicio hay que fortalecer la participación libre de la gente, abrir espacios a líderes ciudadanos y hacer de la política asunto de servicio público y debate de ideas.
Recadito: hoy más que nunca, sufragio efectivo, no reelección.
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