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    Uriel Flores Aguayo

    En unos días se realizará la consulta ciudadana organizada por el INE a mandato de la Corte y el poder legislativo. Ha quedado claro que su pertinencia presidencial la colocaba en la elección del seis de junio reciente. Su origen no es la búsqueda de justicia sino las intenciones electorales. Sin la incidencia perseguida ha quedado como una campaña propagandística.

    Además de su promoción obligada por el INE hay un despliegue anónimo que apunta al gobierno federal y al partido morena; es un activismo ilegal, engañoso y derrochador. Ilegal porque su difusión está reservada al INE como lo está haciendo; engañosa porque se plantea un juicio a expresidentes que no es parte de la única pregunta que se hará; derrochador porque están gastando muchos millones de pesos en vehículos nuevos con sonido, en miles de pintas de bardas, en miles de lonas, en volantes, periódicos y personal empleado de tiempo completo. Prácticamente la consulta es casi de interés exclusivo del partido oficial y de las autoridades y legisladores emanados de él. No se observa involucramiento de la ciudadanía. A la más de quinientos millones de pesos que cuesta la organización de esta consulta hay que sumar otro tanto, al menos, que se están gastando de recursos públicos o de origen oscuro desde el gobierno federal.

    La pregunta autorizada y reformulada por la Corte ha resultado confusa y dificulta su suscripción. No tiene la claridad para que se conteste con sencillos si o no. Tampoco da bases para saber, desde ahora, las consecuencias que tendría en un sentido u otro. Es una pregunta de estilo Cantinflesco. Es tan ambigua que se presta a todo tipo de interpretaciones. Pero dice lo que dice e indica casi nada. Su análisis estricto llevaría al vacío. No tiene ruta de concreción. Los que voten por el si, burócratas obligados y beneficiarios de programas sociales, no sabrán realmente lo que están votando y los alcances de su participación. No se debe esperar algo de esta desnaturalizada consulta. Sin buenos resultados se habrá perdido una oportunidad de ejercer la democracia participativa que, por ahora, nació con tremendos defectos. Y vendrán las justificaciones acompañados de ataques al organismo electoral obligado a organizar esta tomadura de pelo.

    Es curioso observar a los promotores de la consulta externos al INE que exhiben desconocimiento o cinismo. Los empleados públicos participan en lo que sea en cuidado de su trabajo. Los pocos militantes existentes en ese gran membrete que es morena se juntan para emprender una más de las campañas propagandísticas que realizan como razón de ser y tareas que piensan son justicieras. Quienes son líderes o algún tipo de autoridad simulan y actúan con cinismo pues saben de la estafa en que participan pero optan por mentir para ganar o sostener los puntos que, a ojos de sus jefes, significan espacios burocráticos y políticos.

    Ni de lejos se llegará a los cuarenta millones de participación que exige la ley para que los resultados sean vinculantes y se lleven a cabo las acciones que dieron origen a esto que está terminando en una gran comedia, al dinero tirado se adjuntará una sensación de fracaso y veremos cómo se acusa a otros de los malos resultados. Casi nada positivo saldrá de este proceso. Nos dejara agravios y polarización. Es infamante que se lastime la dignidad de algunas personas por razones políticas. Es, además, violatorio de sus derechos humanos. No debe instalarse entre nosotros el método inquisidor, la justicia tumultuaria y de plaza pública. Además de propaganda es un espectáculo de linchamiento, es un acto insano que busca despertar los más bajos instintos de las masas. Significa también un descenso cualitativo y ataque a la democracia por razones de bajo nivel, más bien por intereses políticos. No hay nada que celebrar ni apoyar. Lo mas sensato y honesto es no participar ni prestarse a ser marioneta y cómplice de esto que es una tomadura de pelo. Estamos ante un caso del estilo de la banalidad del mal, donde se actúa con conciencia o no en algo que ya no pasa de una ocurrencia pero aún así se prosigue en ello y se defiende como una causa justa. Igual que en las grandes mentiras sus actores son pragmáticos y no piensan en las consecuencias. Actúan y ya, hasta lo presumen y festinan. Lo siento, hay que decirles que los cocodrilos no vuelan y que el Rey va desnudo.

    Recadito: la resistencia y la consecuencia pasa por no ser parte de esta farsa.
    Ufa.1959@gmail.com