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    Brenda Caballero

    Números Rojos

    Con café en mano suben al autobús. La joven pareja, no mayor de 25 años, viaja a la Ciudad de México. Buscan su asiento, se acomodan y se quitan el cubrebocas. Extienden la mesita auxiliar del asiento y empiezan a tomar su café. El camión inicia su marcha. Pasan dos horas y media y los jóvenes siguen tomando su café y charlando, cual cafetería en tiempos sin pandemia.


    Terminan su café y siguen sin cubrebocas en la charla ¿estrategia para no ponérselo?
    Una hora antes de llegar a la Ciudad de México, a la chica le da sueño. Entonces sí se lo pone, pues su cara da hacia el pasillo. Como si el aire circulara solamente por el pasillo y no por todo el camión. El chico sigue viendo su celular, como si nada le preocupara, hasta llegar a su destino.
    Entonces sí, para bajar, ambos se colocan el cubrebocas y se dirigen a la sala de espera.
    Así como esta historia, existe un sinnúmero más de quienes no usan cubrebocas. Como aquellas empleadas de la tortillería de por mi casa o empleados de algunos pequeños comercios que no se lo ponen o lo colocan mal (únicamente cubriendo la boca y no hasta nariz). O qué tal cuando el cubrebocas lo usan de papadera. La mejor estrategia para ocultar la papada, aunque te contagies de Covid.
    Veo que con el regreso a clases presencial se exige el uso del cubrebocas en los niños. ¿Por qué obligar a los niños y no a los adultos a portarlo? ¿Por qué se pondrían cubrebocas los pequeños si en su casa no lo usa? Es más, nuestras autoridades tampoco lo usan, y ni lo recomiendan porque supuestamente no ayuda.
    Allí tiene usted al diputado federal Gerardo Fernández Noroña que acaba de salir del Covid y al preguntarle que si seguiría sin usar cubrebocas, literalmente dijo “No estoy enfermo” y mostrando su prueba negativa dijo: “¿Por qué tendría que usar cubrebocas si estoy sano, ¡Qué usen cubrebocas los enfermos!»
    Pero no solamente autoridades, funcionarios públicos y ciudadanía en general se niegan a usar cubrebocas, como lo viralizó el cantante Jorge D’Alessio al ir a presentar una denuncia por robo de su camioneta en el municipio de Naucalpan. Él le solicitó a la ministerio público usara cubrebocas mientras le levantaba el acta correspondiente, a lo que la funcionaria contestó que no tenía. De inmediato el cantante le llevó uno, a lo que la funcionario dijo que ella tenía el suyo, pero que no se lo ponía porque sufría asma y le hacía daño. Al decirle que era por la seguridad de todos, de inmediato dijo: “Por eso ustedes lo traen”.
    Esto me recordó a una vecina que le afectaba el uso del cubrebocas, sin embargo buscó unos de diferente material para poder usarlo. ¡Y allí está, con su cubrebocas!
    ¿Hasta dónde es permisible andar sin cubrebocas? ¿De verdad no funciona? ¿Qué pasaría si todos anduviéramos sin cubrebocas?
    Por si no tuviéramos ya suficiente polarización en el país, el cubrebocas viene a ser otro elemento esencial de la misma y se coloca en tema de discusión pública. ¿Debe ser obligatorio su uso? ¿Debe sancionarse a quien no lo porte?
    Si a los niños les dicen que deben portarlo en la escuela porque es pública, ¿Por qué no aplican esa misma medida a funcionarios públicos?
    ¿Dejarán las autoridades escolares que un niño o maestro no use cubrebocas porque tiene asma, porque no está enfermo o simplemente porque le han dicho que no funciona?
    Hay países como Dinamarca, Israel, Estados Unidos, Reino Unido o Polonia en que el cubrebocas ya no es obligatorio en espacios abiertos; sin embargo, seamos realistas, no tenemos su sistema de salud. También notamos que nuestros gobernantes no lo usan; seamos realistas, ellos tienen capacidad económica si se enferman; nosotros no.
    Por lo pronto, lo único que nos queda es usarlo por prevención, ya que así lo recomiendan las autoridades sanitarias y es un ejemplo para nuestras niñas y niños que regresarán a clases presenciales.

    @NumerosRojos_BC
    caballero_brenda@hotmail.com