Manolo Victorio
Qué triste
Se oye la lluvia
En los techos de cartón
Qué tristeVive mi gente
En las casas de cartón.
Xalapa es una ciudad apocalíptica.
La capital veracruzana es teatro crudo que nos devuelve una dolorosa realidad: el ensanchamiento de la mancha urbana mata las zonas boscosas, se convierte en una trampa para los seres humanos.
Nadie debería morir por el paso de un meteoro, dictan los manuales de Protección Civil, recomiendan como merolicos funcionarios que montan teatros mediáticos en persecución del huracán.
Esa es la teoría.
La realidad nos golpea con un ataúd navegando hacia la nada, corriente abajo, a los cinturones de miseria, a las barracas levantadas con palizada y cartón en las afueras, en las faldas de los cerros y promontorios, donde sus habitantes son fantasmas precarios, olvidados de los olvidados, visibles sólo en campañas proselitistas donde se les identifica, se les mide y se les compra con votos, resultado final de entregas amañadas de atados de lámina, tinacos de plástico y despensas temporales.
El féretro bruñido, barnizado con laca brillosa, flota en las callejuelas inundadas, donde corre el agua turbia, donde corren las desgracias, donde se desliza la muerte en viviendas apiñadas, irregulares, sin el servicio más elemental, donde sus habitantes protagonizan cada temporada de lluvias la poesía de Alí Primera, en ‘las casas de cartón’, despojados de la dignidad, sumidos a donde sólo llegan la Coca Cola y las sectas religiosas.
Una joven madre, Dora Isabel, amamanta a María Fernanda, de 15 días de nacida, cuando sobreviene la muerte, cuando el sueño ya no tiene un despertar, disfrazada de talud, cubierta de toneladas de lodo que les segaron la vida también a los pequeños Kevin, Alexa, Jair y Cristofer.
Los cuerpos de Kevin de 9 años, de Alex de 4 y Alexa de tres años, el de Cristofer de 5, son velados en un cuarto, despojo de su vivienda sepultada en la colonia Loma Bonita, en Xalapa, que ya se ganó un lugar en el Google Mapsde la tragedia, donde 133 asentamientos más que siguen en la tómbola de la desgracia, en espera de aparecer en los titulares de las noticias, en los cabezales de los periódicos y en los cintillos de la televisión.
En unos días, cuando las imágenes los políticos, gobernantes y hombres públicos paleando el lodo, achicando la inundación con una cubeta de Casa Ahued, mojándose la camisa para foto, pasen a la hemeroteca del olvido, también será borrado recuerdo de una familia entera cuyo único pecado fue haber nacido en la pobreza, emigrar a la ciudad para escapar de la miseria, encontrando en la urbe -oh paradoja sombría-, a la muerte misma.
José Luis Lima Franco, titular de finanzas en Veracruz aparece dos días después del paso destructor de ‘Grace’ por territorio nacional, su declaración se basa en la existencia de 114 millones de pesos para hacerle frente a los estropicios creados por el meteoro.
La pregunta es ociosa. ¿Algo de esa bolsa le llegará a Adán Moreno, que en unas horas se quedó sin cónyuge, sin hijos, sin nada?
El reporte preliminar, frio, dice que nueve personas fallecieron, además de severas inundaciones y daños en el estado de Veracruz provocó el paso del ciclón ‘Grace’, degradado en las últimas horas a baja presión remanente, mientras avanza por el centro del país.
Ahora le tocó a Xalapa, el corazón político del estado de Veracruz.
La desgracia, de la que somos responsables todos, aún no termina.
La temporada de lluvias y huracanas termina el 30 de noviembre.
Cuando se agote el esquema, cuando el Plan ‘A’ se desgaste, tendremos que echar mano del Plan ‘B’: rezar para que la madre naturaleza sea benevolente con nosotros después del daño causado.
@ManoloVictorio