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    Sergio González Levet
    Sin tacto

    El PRI en Veracruz terminó por ser un dinosaurio casi muerto, un enorme animal (político) que por su dimensión y su alargada historia dejó de ser viable como especie en los nuevos tiempos.
    ​Es una bestia desfallecida, sin votos y sin poder… sin dinero.
    ​Pero el PRI no deja de ser un animalón que con un coletazo (así sea un estertor) puede lastimar seriamente a adversarios más jóvenes y con mayor fuerza en apariencia.


    ​Ahí está el monstruo tumbado, pero dentro de él quedan resquicios de gloria, cotos de poder, militancias extremas en su lealtad, dignas aun en la derrota.
    ​Y eso lo saben los estudiosos, pero también lo han descubierto los ambiciosos.
    ​Por eso hay una lucha interna entre quienes por buenas o malas razones quieren quedarse con la estructura monumental, aunque roída.
    ​Los tricolores en todo México comparten el orgullo por su pasado de gloria y, junto a ello, ciertas características que los definieron y los identificaron.
    ​Por ejemplo, son «institucionales», ese adjetivo difuso e incorpóreo que ellos siempre supieron comprender y ajustar a su realidad y además está en su ADN (político) la necesidad de integrarse en pos de un liderazgo.
    ​Antes era el Señor Presidente, el Señor Gobernador o el Señor Alcalde, pero en la sumisión como punto integrador cabían hasta los lidercillos de colonias o comunidades, los dirigentes de sectores y de agrupaciones sindicales o agrarias… la fiesta de las siglas.
    ​Hoy el titán en Veracruz se extingue en llamas, pero puede ser que allá dentro del fuego esté el embrión de un ave fénix que remonte el vuelo cuando nadie se lo imaginé.
    ​Sin embargo, para lograrlo necesita un liderazgo, alguien que encabece la nueva vida del partido.
    ​Y las fichas se están jugando… pero esa es una historia (con nombres, nombres, nombres) para mañana… si me permiten.

    sglevet@gmail.com