Jorge Vázquez Sangabriel
Palimpsesto
Los profundos sentimientos que se arraigan en la ilusión o en la desilusión, son la fuerza que domina al hombre y sus impulsos, provocándole voluntad o desánimo. Estos estímulos son la energía imperiosa del ser; ello radica en que de una u otra forma, no son una mentira, no son algo contrario a la realidad, son factor cierto, neurofisiológico del yo interno que crea una realidad, motivada por el deseo.
Esta realidad psicológica tiene su impronta en los contextos en los que el hombre entiende como necesidades que ha aprendido de la colectividad en que habita, o de la relación, cualquiera que sea, con otras sociedades, más allá incluso del pensamiento mismo que domina al hombre.
Tolstoi, describe con profundidad esta condición humana en su obra Guerra y paz: Pedro, un hombre acaudalado, heredero de una gran fortuna económica y de propiedades, perteneció a la más alta sociedad rusa, no le encontraba sentido a la vida, lo que provocaba en él, desánimo, angustia, tristeza, dolor e incertidumbre. En esa condición se dejó llevar por los ideales de la francmasonería, y, su sentimiento humanista, se reflejó en su deseo de organizar a la clase desprotegida del campesinado de su época mejorando su condición, acciones que poco estimulaban a Pedro. En este recorrido que con acuciosa observación realiza León Tolstoi, de la acomodada sociedad de la Rusia zarista; los matrimonios por conveniencia, provocaban incómodos y desagradables inconvenientes en la realidad psicológica de quienes pertenecían a una u otra posición.
Durante la incursión napoleónica en 1812 a Rusia, Pedro, fue hecho prisionero por los franceses y su condición se tornó en una revelación profunda de sus sentimientos, emociones, espiritualidad y fuerza de voluntad al encontrarle sentido a su existencia.
“La indumentaria de Pedro -escribe Tolstoi-, se componía de una camisa sucia y desgarrada, último vestigio de sus antiguas ropas, de un pantalón de soldado sujeto a los tobillos para mejor resguardarse del frío-según los consejos de Karatiev- y de un caftán.”
“Pedro había cambiado mucho. No era tan corpulento como antes, pero su sólido armazón hacía de él la imagen del vigor físico. Una espesa barba y un largo bigote cubrían la parte inferior de su rostro; sus cabellos largos, enmarañados y plagados de parásitos, se escapaban por debajo de su gorro de campesino; la expresión de sus ojos era más firme y serena que antes y su habitual displicencia había dado paso a una renovada energía y a una enteriza actividad. Andaba descalzo.”
“Durante aquel tiempo, Pedro, sufrió las mayores privaciones, pero gracias a su fuerte complexión física y a su salud perfecta, pasó por ellas casi insensiblemente, tanto más cuanto se produjeron de una manera gradual. Incluso llegó a soportarlas con una cierta alegría. Y, por último sintió adentrársele en su alma aquella paz, aquella satisfacción de sí mismo que hasta entonces se había esforzado en vano en alcanzar. Ello fue lo que tan viva impresión le causó en los soldados de Borodino y lo que inútilmente había perseguido en la filantropía, en la francmasonería, en las distracciones de la vida mundana, en la bebida, en el heroísmo del sacrificio y en su amor romántico por Natacha. Y de pronto, el miedo a la muerte, las privaciones y la filosofía estoica de Karataiev hicieron brotar en él esa serenidad y esa tranquilidad interior que siempre le había faltado. La horrible angustia que había experimentado durante el fusilamiento de sus compañeros de infortunio había ahuyentado para siempre de su espíritu las ideas y sentimientos a las cuales había atribuido hasta entonces tanta importancia. Ya no pensaba en Rusia, ni en la guerra, ni en la política, ni en Napoleón. Comprendía que nada de todo ello le afectaba, que no tenía que erigirse en juez de cuanto ocurría, y su propósito de matar a Napoleón se le antojaba no solamente incomprensible, sino ridículo, tanto al menos como sus cálculos cabalísticos sobre el número de la bestia del Apocalipsis. Su cólera contra su mujer y sus aprensiones ante la posibilidad de ver su nombre deshonrado, le parecieron en aquellos momentos tan vanas como risibles.”
“Pensaba con frecuencia en el príncipe Andrés, quien aseguraba, con una mezcla de amargura e ironía, que la felicidad era absolutamente negativa, e insinuaba que todas nuestras aspiraciones hacia la dicha real nos habían sido imbuidas para atormentarnos, dado que jamás podríamos realizarlas…Más, en aquellos momentos, la ausencia de sufrimientos, la satisfacción de las necesidades de la vida, y, por consiguiente, la libertad en la elección de las ocupaciones o del género de existencia constituían para Pedro algo así como el ideal de la felicidad en este mundo. Solamente allí, en aquella barraca y por primera vez en su vida, Pedro apreció, porque había estado privado de ello, el placer de comer cuando tenía hambre, de calentarse cuando sentía frío y de conversar cuando deseaba cambiar unas palabras. Sólo una cosa olvidaba, y era que en este mundo la abundancia de bienes mengua el placer que uno siente al servirse de ellos, y que una excesiva libertad en la elección de las ocupaciones – proveniente de la educación, de la riqueza y de la posición social- hacen aquella elección complicada, difícil y, a menudo, hasta inútil. Pedro pensaba continuamente en el momento en que recobraría su libertad. Sin embargo, tiempo después, se refería siempre con exaltación a aquel mes de cautiverio, y no cesaba de hablar con el más encendido entusiasmo de las profundas e imborrables sensaciones que experimentara y, sobre todo, de la paz moral de que gozara…”
Sintácticas
De Pablo Picasso:
Todo acto de creación es, primero, un acto de destrucción.
De Albert Pike:
La soberanía de uno mismo sobre uno mismo, se llama libertad.
De Albert Camus:
El ser humano busca dotar de sentido a su existencia.
Uno puede ser virtuoso por capricho.
Del emblemático bailarín ruso Rudolf Nureyev:
Adquirí tenacidad y voluntad, entendiendo muy pronto que debía cuidar de mí mismo. Desde entonces sólo confío en mí mismo y me fio solamente de mi intuición y la experiencia personal. -El País. 6 de julio 2015-.
Tchaikovsky. Swan Lake (Lago de los Cisnes). Rudolf Nureyev- Margot Fonteyn:
https://www.youtube.com/watch?v=qG7JvpPGdEU