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    Omar Zúñiga
    Primera Mano Tajín

    Я люблю свою страну,
    но ненавижу государство
    (Amo a mi país, pero odio al Estado)
    Proverbio ruso

    Siempre (o casi siempre) que hay un conflicto armado, los ojos de los espectadores se ponen invariablemente sobre la víctima, sobre aquel que es atacado, en este caso particular, por supuesto, es Ucrania y su gente, que han sido objeto de un acto hitleriano, al haber sido invadidos por la Rusia de Putin, bajo el pretexto del coqueteo de Volodimir Zelensky con la OTAN, en un conflicto sin precedente en la historia de la humanidad, por el simple hecho del número de desplazados ucranianos en un lapso cortísimo, de apenas poco más de un par de semanas de iniciado el conflicto.
    Conflicto que ante la imposibilidad de intervenir de manera directa, los llamados países de occidente, encabezados por el eterno “policía del mundo”: Estados Unidos de América, instrumentaron medidas coercitivas, malamente llamadas sanciones —pues nos explica la doctora en Relaciones Internacionales y catedrática de la UNAM Virginia Petrova Georgieva, el nombre técnico según el Derecho Intermacional es “antimedidas”—.


    Y poco o nada sabemos cómo lo está pasando el pueblo ruso ante estas sanciones, que han sido enormes en todos los terrenos: comercial, financiero y hasta tecnológico, pues a pesar de poseer reservas internacionales por más de 600 mil millones de dólares y con esto aparentemente aguantar su efecto, las consecuencias en los ciudadanos rusos son tremendas.
    La mayoría del pueblo ruso tiene familia en Ucrania, nos cuenta un ciudadano ruso, “son nuestros hermanos y no se entiende cómo está pasando esto”
    Buena parte de la población ha entrado en depresión ante la incertidumbre de lo que les depara el futuro inmediato, incluso del día a día, pues resultado de las sanciones occidentales, el gobierno de Vladimir Putin piensa muy seriamente en la nacionalización de las empresas de cualquier tamaño, con lo que mucha gente perdería todo, el esfuerzo de toda una vida, lo que a mi me remonta a la época stalinista de la Rusia soviética.
    Hay gente de a pie que incluso piensa salir de sus lugares de origen, abandonar el país y dejar su vida atrás, pero esta ya ni siquiera es una opción, pues salir de aquel país ya es prácticamente imposible: Aeroflot, la aerolínea local tiene prohibido volar sobre espacio aéreo de Europa, Norteamérica y algunos otros países aliados de la OTAN.
    Además el rublo ya no puede ser cambiado a dólares, el sistema financiero también fue bloqueado, y ni siquiera pueden cambiarlo a yuanes, la moneda china, dado que forzosamente hay que llegar a terrenos de Xi Jinping… y no se puede.
    Los euros se agotaron hace rato, las compañías de tecnología como Google, YouTube, o las marcas de Meta: Instagram, Facebook y Whatsapp o televisoras como la estadunidense CNN o la BBC de Londres ya no pueden ser vistas en territorio ruso, están quedando aislados.
    La censura ha llegado a límites realmente absurdos e insostenibles, pues por sólo poner un ejemplo, nadie —ya no digamos un periodista, pues de a poco fueron abandonando el país, porque los estaban matando— puede escribir de manera pública “guerra en Ucrania” porque hay una sanción impuesta por el Estado de hasta 15 años de cárcel, pues según la narrativa del presidente Putin es “una operación especial”, para él no existe la guerra ni hay intervencionismo.
    Hubo profesionales de la tecnología o la ciencia que se marcharon a tiempo y que hoy aunque quisieran regresar por sus seres queridos, no pueden, porque han sido marcados con la letra escarlata por haber ayudado a algún familiar ucraniano, “todos los rusos tenemos familia en Ucrania, son nuestros hermanos” resuena la frase en mi cabeza y de pisar suelo ruso les esperan 20 años de prisión.
    Si todo esto nos parece terrible, nos relatan que “eso no es lo peor “, pues hay gente que se ha vuelto zombie de Putin y le apoya a rajatabla (sus razones tendrán, a Hitler, su pueblo también le creía), por eso el proverbio ruso Ya lyublyu svoyu stranu, no nenavizhu gosudarstvo “amo a mi país pero odio al Estado”.
    Están seguros que esto ya no va a parar, “al menos en un corto plazo” y recuerdo las palabras de Rubén Beltrán Guerrero, ex embajador de México en la Federación Rusa, quien asegura que este conflicto terminará con un reacomodo en los mapas geopolíticos del mundo.


    De risa (por decir lo menos) la respuesta del gobierno de México al Parlamento Europeo luego de aprobar una resolución de condena por la situación que priva en nuestro país hacia el gremio periodístico, a grado tal que yo pensé que era fakenews y me di a la tarea de confirmar la versión del boletín que dice en su inicio “A los diputados del Parlamento Europeo:

    “Basta de corrupción, de mentiras y de hipocresías.

    “Es lamentable que se sumen como borregos a la estrategia reaccionaria y golpista del grupo corrupto que se opone a la Cuarta Transformación, impulsada por millones de mexicanos para enfrentar la monstruosa desigualdad y la violencia heredada por la política económica neoliberal que durante 36 años se impuso en nuestro país”(…).
    El boletín es real.

    ¡Qué barbaridad!
    deprimera.mano2020@gmail.com