Omar Zúñiga
De Primera Mano Tajín
Pues nada, finalmente este lunes 21 de marzo se inauguró el nuevo aeropuerto, el Felipe Ángeles, éste que fue construido sobre la base militar de Santa Lucía, la misma que inauguró el entonces presidente Miguel Alemán Valdés en 1952, hoy reconstruido como terminal comercial.
Más allá del tianguis –literalmente–, que fue la inauguración y la broma peñanietesca de la no Primera Dama que causó el gesto reprobatorio del presidente López Obrador, el evento en sí mismo tiene una poderosa lectura política, sobre todo para Veracruz, para la patria chica, pues ahí se dieron cita al mismo tiempo, ahora sí, dos personajes que son protagonistas rumbo al 2024, pues aquí sí nada pudieron hacer para boicotear la presencia de quien les ha hecho un boquete enorme en la patria chica.
Pues sí, ahí estuvieron la zacatecana secretaria de Energía, Rocío Nahle, y el minatitleco presidente de la Cámara de Diputados al Congreso de la Unión, Sergio Gutiérrez Luna.
A pesar de que ambos estuvieron presentes, pareciera que la zacatecana no asistió, pues no aparece en las fotos, sin embargo, sí estaba, como la muñeca fea, escondida por los rincones esperando que nadie la vea, pues tiene encima la inauguración de otro de los proyectos emblemáticos del sexenio, la Refinería de Dos Bocas.
Caso contrario, Cheko estaba al lado del Presidente, como corresponde a su investidura, tratándose del depositario del Poder Legislativo, muy sonrientes y dicharacheros los dos (no es para menos), pero entre abrazo y abrazo, seguro tiraron una buena grilla…, ¿INE, 2024…, Veracruz?
No hubo aplausómetro (a Dios gracias dijo doña Nahle) ni nada por el estilo, sin embargo, este tipo de eventos arrojan las máximas del sistema político mexicano, esas que han regido por decenas de años los palacios de Gobierno, los legislativos, los municipales y por supuesto el Nacional y como en todos estos años y en todos estos lugares, la forma es fondo.
Hay que esperar ahora la reculona de la aldea, a ver qué cuitlahuada se sacan de la manga para tratar de contrarrestar el “efecto aeropuerto”, que como película setentera, tiene un final predecible que apunta a Minatitlán.
¡Qué barbaridad!
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