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    Carlos Darío Omaña


    El Armex

    23 de marzo de 2019. Todos hablan hoy de la 4a transformación, el cambio de régimen, el fin del neoliberalismo, y demás mantras amlescos, que tienen que recetarse todas las mañanas quienes, masoquistamente, siguen los sermones mañaneros de Pejeová.

    Yo creo, y coincido con Rafael Cardona, que la era de lo que genéricamente llamamos «El Sistema», nació y murió a la par de la muerte trágica de dos distinguidos Sonorenses.

    El 17 de julio de 1928, es asesinado en la Ciudad de México el Presidente Electo Alvaro Obregón y este hecho desencadena el empoderamiento de Plutarco Elías Calles y, con ello, la transformación de nuestra patria, de un galimatías de cacicazgos regionales, a un país de instituciones. Con Calles nace el Partido Nacional Revolucionario, antecedente del Partido Revolucionario Institucional, cuya hegemonía, les guste o no a los detractores, dio lugar a los gobiernos que construyeron el México moderno.

    Esta etapa de progreso y desarrollo, de nacionalismo revolucionario, de estabilidad económica, de instituciones fuertes, de un México pisando firme en el concierto de las naciones y de una sostenida paz social; a mi juicio, termina hace 25 años.

    El 23 de marzo de 1994 en Tijuana Luis Donaldo Colosio, Candidato del PRI a la Presidencia de la República es abatido cobardemente, y con su muerte cambia la historia política de nuestro país. Que hubiese ocurrido de vivir Colosio y llegar a la Presidencia? Imposible adivinarlo, no se trata de caer en clarividencia y en onanismo mental; pero si es una realidad que, a partir de esa fecha, cambio la forma civilizada de hacer política, dirimir diferencias y concertar acuerdos de beneficio para todos.

    Cuando defiendo al PRI, pecado casi mortal en la actualidad, defiendo al PRI de esos 54 años que transcurrieron entre las muertes de esos dos Sonorenses ilustres. De allí para acá, imposible defender lo indefendible. Desde Zedillo (beneficiario directo de la muerte de Luis Donaldo), mi Partido está secuestrado por una clase política sin clase, sin escrúpulos y sin el más leve asomo de emoción social, obvio, con honrosas excepciones cuya voz rara vez es tomada en cuenta.

    Por ello, este día, quise recordar con el respeto, afecto y lealtad de siempre al amigo, al político vertical y al mexicano ejemplar, lamentando que no esté entre nosotros pues, seguro estoy, que bajo la guía y conducción de Luis Donaldo, como dice la conseja popular, otro gallo nos hubiera cantado.