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    Uriel Flores Aguayo

    De la reciente consulta sobre la revocación de mandato se ha hablado mucho, hay abundantes opiniones para todos los gustos. Una vez realizada, con los números de participación, se habla de que tales gobernantes y legisladores cumplieron metas de votación ratificadora. Es curioso que se marque como logro algo teóricamente ajeno al espíritu de la consulta. En nuestro entorno inmediato igualmente se destaca qué tal o cual funcionario cumplió con metas distritales de participación. Se celebra como éxito de operación en base a números. Veo la normalización de anacrónicos métodos de movilización o, incluso, de defraudación electoral. Cómo antes. Son interpretaciones tradicionales y engañosas. Hablar de cantidades obtenidas por medios autoritarios como algo importante es dotarlas de una legitimidad de la que carecen. Son visiones viejas, antidemocráticas. No hay mérito si se manejan recursos públicos, programas sociales y se usa la autoridad sobre los empleados oficiales. Ni chiste tiene ese tipo de acción política; así era antes. En esas prácticas no hubo cambio alguno, ni transformación; se engaña y simula.

    Más allá de esos métodos tramposos está también el uso de la gente como un simple voto, el desprecio a su dignidad. En eso radica el fracaso moral de los actuales gobernantes: aprovechar las necesidades sociales para convertirlos en sufragios. Es todo lo contrario a construir ciudadanía, es lo contrario a la democracia. Junto a todo eso hay cuestiones más preocupantes. Me refiero a la intolerancia, la negación del otro. Si no hay aceptación de la pluralidad, tampoco habrá diálogo. Si el que no piensa como el poderoso es considerado un traidor, se le reduce en su dignidad. Deja de ser un ciudadano para convertirse en enemigo o en un estorbo. Es peligroso hacer política así. A sus promotores les facilita el debate y la adhesión de sus bases de apoyo; con puras descalificaciones y consignas se evitan argumentar y dar razones. No es juego aunque aveces lo parezca. La historia mundial registra procesos de ese tipo que han terminado en guerras y exterminios. Guardando las proporciones podríamos estar entrando en un oscuro túnel de la violencia. Es obvio que los promotores del autoritarismo saben lo que hacen, así piensan y continuarán en esa ruta. El problema radica en lo que haremos la ciudadanía libre; hay un gran trabajo por hacer, desde las posturas racionales del bloque en el poder, pasando por los movimientos ciudadanos, hasta los partidos de las oposiciones.

    Las operaciones a la vieja escuela llevan intrínsecamente la corrupción y el todo se vale. Por afanes meramente políticos, la mayoría de las veces personales, se desvían recursos públicos, se hace uso de abundante dinero de dudoso origen y se imparte carta blanca a todo tipo de autoridades para hacer lo que quieran. Sería absolutamente distinto si la operación política fuera democrática, si basara sus resultados en convencimiento y convicciones, en la adhesión a programas y causas. Entonces si, se podría reconocer el trabajo político de ciertos operadores. Cómo no hay eso, estamos ante un cuadro de auto engaño y simulación.

    Recadito: ya va siendo tiempo de que el Cabildo xalapeño se pronuncie sobre los retenes policiales y los operativos de las grúas .

    Ufa.1959@gmail.com