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    Sergio González Levet

    Sin tacto

    En la capital de Veracruz, este 3 de mayo el silencio despertó a los habitantes antes de tiempo; no el ruido, como sucede tan a menudo.
    ​El Día de la Cruz, el día de los maestros y maistros albañiles de cuchara entera y de media y de un cuarto, en Xalapa hubo celebraciones en las obras, con sus tamales y sus cervecitas llevados pacientemente por los arquitectos y los residentes, pero nada más.
    ​Sí, hubo cuetes, pero no hubo cohetes.
    ​Por eso los que viven en Xalapa se quedaron esperando el chispazo fugaz del cielo y el ¡pum! sonoro de los de arranque, que echan a perder la tranquilidad y los tímpanos de personas y animales, silvestres y amaestrados.
    ​Pero ahí en Xalapa, el alcalde Ricardo Ahued Bardahuil se siguió poniendo las pilas y prohibió por decreto que ese día se echaran a volar los bombazos artificiales.
    Vamos celebrando, pero sin molestar a los demás, fue el mensaje que mandó el Ayuntamiento, y los alarifes tuvieron que obedecer… y casi todos los alarifes obedecieron.
    ​Cosas de la costumbre, ese martes de ayer, de repente a lo largo de la mañana los atenienses escuchaban un fuerte ruido por acá y otro por allá, aislados, pero la población ya estaba alertada y de inmediato daba aviso a la policía y a la regidora décimo segunda, no doceava, y éstos a los inspectores municipales, que rápidamente se dejaban caer a la obra impía para imponer multas, que podían ser de varios miles de pesos.
    ​Miren nomás, el clero por boca del presbítero José Manuel Suazo Reyes -vocero perenne y excelente del arzobispado- se quejó de la prohibición tan tajante del empleo de los cuetes para conmemorar a la Cruz en la que padeció el salvador. Y es que son tan dados los párrocos a usar los fuegos artificiales para sus celebraciones patronales…
    ​Y obvio, los pirotécnicos esta vez no hicieron su agosto en mayo, lo que no les agradó ni tantito. He ahí una solución salomónica de un munícipe que le sabe, que arriesga porque prefiere respetar el interés del pueblo bueno y honrado.
    ​Ése sí.
    ​Pero más de un millón de orejas y otro tanto de utrículos, sáculos y cocleas agradecieron el silencio encantador de ese día, que se debió a una autoridad local que ahora sí trabaja por el bien y la tranquilidad de los pobladores.
    ​No como antes…

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