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    Mariana G. de León

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    Un puesto presidencial debería ser ocupado por una persona que tenga talento para organizar; alguien que tenga años de experiencia y con resultados de buena administración en su trayectoria; alguien que carezca por completo del deseo feroz de la ambición por el poder; alguien con disposición, humanismo y auténtico interés por componer y mejorar la vida de nuestra historia de gobiernos que lamentablemente sólo se han dedicado a criticar y destruirnos.
    ​Como pueblo hemos sido humillados y vendidos a otras naciones. Los españoles acabaron con los mexicas, los totonacas, los mayas y los tlaxcaltecas. Los franceses pretendían imponernos su imperialismo con Maximiliano. Los gringos nos quitaron la mitad del territorio… y las que faltan.
    ​Claro que todo esto genera una ansiedad social masiva en México porque las personas equivocadas están en donde no deberían estar: en los juzgados, en los puestos públicos, en las representaciones populares.
    ​Debería ser mejor no dividirnos, siempre y cuando se respete el derecho ajeno, cometer errores porque no somos perfectos y aprender de ellos. Deberíamos tener derecho a descansar cuando estamos cansados, de vivir y disfrutar la vida mientras estemos aquí.
    ​Sólo de los hábitos depende que sea un infierno o un paraíso para ti.