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    Sergio González Levet

    Sin tacto

    El bohemio galán llegó a casa de la novia con un leve retraso de cuatro horas sobre la cita acordada y con varias copas encima, razón por la que la enojada muchacha no le quería abrir la puerta.
    ​—Es el colmo. Una vez más me la has hecho. Llevo esperándote desde las 4 de la tarde y mira en qué condición vienes —se quejaba la indignada desde dentro de su casa, con la tranca bien puesta para impedir el paso del impuntual.
    ​—Pero, mi amor, ábreme. Fue solamente un pequeño retraso si atiendes a todo lo que hice en este tiempo que me tardé en llegar. Sí, muñequita, convengo que no estuve a tiempo, pero mira… ¡te traigo un regalo!
    ​—Qué regalo ni qué nada. No te abriré porque ésta fue la gota que derramó el vaso. Colmaste mi paciencia.
    ​—Mira, tesoro, en la cantina a la que pasé de un corriendo a saludar a los amigos me saqué un regalo, y te lo vengo a dar para que tú lo tengas Una corcholata de cerveza traía un premio. Mira, aquí lo tengo, dice que gané una estufa y trinchador.
    ​La muchacha dejó que flaqueara su enojo ante la perspectiva de mejorar su casa.
    ​—A ver, a ver, cómo está eso de la estufa y trinchador… —empezó a bajar la guardia.
    ​—Sí, mijita, aquí te tengo la corcholata premiada. Mírala por ti misma. —dijo el beodo, al tiempo que le entregaba el objeto del premio.
    ​—¡Cuál estufa y trinchador! —se quejó la mujer, mientras veía el interior de la tapa de la caguama. Y al tiempo que corría la galán le reclamaba:
    ​—Aquí lo que dice es ¡“Estudia y triunfarás”!
    ​Eso son las corcholatas de los ilusos o los ladinos: espejismos del azar que les hacen pensar que contienen premios jugosos, que no son más que frutos de la imaginación y la esperanza de la gente que la ha perdido por tantos años de mentiras, robos y traiciones.
    ​Eso son las corcholatas presidenciales -definidas así por el propio Andrés Manuel López Obrador-, que ahora y a destiempo pierden la oportunidad de trabajar por el bienestar de la población y se dedican a gastar el erario con fines de promoverse para ganar la ansiada candidatura de Morena a la Presidencia de la República de 2024.
    ​Es un trabajo además de caro, inútil, porque finalmente la decisión no saldrá de su nivel de simpatía y aceptación ciudadana medido en encuestas, ni del proyecto que puedan presentar para llevar el país adelante.
    ​No, la decisión se tomará sobre la voluntad de un solo hombre, del Patriarca (que dicen que no lo es), del Mesías tropical que concentra todo el poder de su partido y de su gobierno, y que en su momento destapará con su dedito moral a quien será su sucesor.
    ​Y el problema es que la corcholata no llevará premio, sino solamente una reconvención inútil, como la del “Estudia y triunfarás”.

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