Sergio González Levet
Sin tacto
De la mano de los buenos oficios y la capacidad innegable para las relaciones humanas del diputado Juan Javier Gómez Cazarín, el Gobierno de Cuitláhuac García está dando un saludable giro hacia la apertura, después de tres años de cerrazón impuesta por el carácter belicoso y cerrado del responsable de la política interior, el secretario de Gobierno Eric Cisneros.
Hace tres años precisamente, la llegada del nativo de Hueyapan de Ocampo al liderazgo de la Jucopo causó extrañeza entre quienes daban por hecho de que al frente de la mayoría morenista estaría algún personaje con más experiencia, como José Manuel Pozos Castro o Amado Cruz Malpica, hoy convertidos en flamantes presidentes municipales de Tuxpan y Coatzacoalcos, respectivamente.
Pero no, el también incipiente Gobernador se decantó por su amigo cercano, quien hasta entonces había sido un próspero empresario que poco o nada sabía de política, ni le interesaba. Tres años después, Cuitláhuac vio que su decisión no había sido errónea y así pudo mantener la cohesión interna del grupo mayoritario y tener en vilo el control político de la Legislatura.
A tal grado lo consiguió, que con el cambio de la remesa diputadil se hizo todo lo posible para que Gómez Cazarín continuara por otros tres años al frente de la Junta, en un hecho inédito, y adicionalmente empezó a ampliar su injerencia en la operación política del estado.
Así fue que el campo del líder camaral se amplió hacia frentes inusitados, y empezó a manifestarse como un ejecutor leal de los designios del líder del proyecto.
¿Qué ha mostrado Juan Javier en su nueva encomienda? Primero la lealtad cierta que consiste en hacer las cosas bien, en resolver problemas, en enderezar entuertos en lugar de causarlos.
De manera comedida, el trabajo del diputado morenista se ha reflejado en el acercamiento con grupos y sectores que habían sido relegados por una estrategia que semejaba una soberbia discriminadora, propia más bien de espíritus inmaduros.
Claridoso, campechano, directo, Gómez Cazarín ha ido rescatando espacios y restañando heridas desde una salvífica posición de político inexperto y negociante experto.
Porque finalmente eso es la política: la transacción entre intereses encontrados y hasta opuestos, para llegar a acuerdos que garanticen la gobernabilidad en medio de la concordia.
Para que esto no parezca un texto demasiado elogioso, omitiré mencionar el trabajo electoral en apoyo de su partido que el hueyapense ha realizado en otros estados, y me quedo nadamás con la buena nueva de que por fin alguien desde el Gobierno está tendiendo puentes de comprensión y tolerancia, que tan urgentes son en el ambiente estatal, enrarecido hasta hace poco por la iracundia y la sinrazón.
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