Uriel Flores Aguayo
En la línea de un discurso polarizador que simplifique los campos de la competencia política tanto a nivel nacional como estatal se inventan categorías o se desempolvan antiguas denominaciones históricas. Me concentro en lo local. De esa manera se colocan arbitrarias etiquetas que van desde los buenos y los malos hasta la de conservadores y liberales, pasando por transformadores y reaccionarios.
Es un juego que se acomoda al gusto del poder. Es autodefinición donde se colocan del mejor lado, superior. Dicen todo y no dicen nada. Usan membretes huecos que obstruyen el diálogo y los acuerdos; niegan a la política. Veamos con seriedad las cosas: el grupo gobernante en Veracruz rápidamente se constituyó en nueva clase política; esto es que avasalló los tres poderes, Ayuntamientos y organismos independientes; que ocuparon los espacios de poder y administrativos con criterios partidistas; que combaten a la pluralidad y no dialogan con nadie. Siguen el librito autoritario que les indica que deben usar los mecanismos de la justicia para controlar a las oposiciones e inhibir todo tipo de disidencia. En tanto la clase política empoderada no están pensando en desarrollar la democracia y fortalecer a la ciudadanía. Su prioridad es defender el estado de cosas, sus novedosos y evidentes privilegios. Al hacerlo se transforman inevitablemente en conservadores; por lo tanto, cuando lanzan dardos de descalificación es perfectamente posible que les caigan a ellos mismos. Ahora son una clase política de auto consumo y ausente de los problemas reales de la sociedad. Así vemos con pena que los Senadores y Diputados desaparecen de la vida pública y no cumplen con la función de ser representantes populares. Su ausencia en la interlocución con la ciudadanía es otro rasgo de la nueva clase política reproduciendo las añejas prácticas del sistema establecido por el PRI. Son lo mismo. Vista su práctica real, más allá de la retórica, son verdaderamente conservadores y están lejos de perfiles de izquierda o progresistas. Son el sistema, en esencia ejercen el poder sobre la base de un sistema autoritario y tradicional. La ciudadanía no mejora sus derechos ni siente un cambio cuando sigue siendo víctima de atropellos policiales y de todo tipo de autoridades, cuando no tiene confianza de acudir ante instancias oficiales, cuando es tratada como cliente y número de votante. En la pluralidad social y política, en estado de derecho, ejercicio de derechos, voto libre, cumplimiento con los derechos humanos y un escrupuloso ejercicio de autoridad radica el cambio posible.
Estos neoconservadores locales buscaron el poder por inercia y hasta por accidente. Una vez instalados gobiernan con ocurrencias y por inercia, teniendo como máximos objetivos ampliar y mantener el poder sin importarles los medios. Su comportamiento es deficiente en resultados, eficacia y democracia. Otro rasgo de su defensa del estado de cosas es la demagogia, es decir, hablar por hablar, mentir y refugiarse en un discurso hueco y de consignas; no sienten la necesidad ética de apoyarse en la verdad y ser ejemplo de buenos gobernantes.
El acceso a la justicia es un dato clave para identificar un cambio en las condiciones de la ciudadanía; se tendría que acreditar un avance sustancial en las condiciones materiales y de capacidades del aparato de procuración e impartición de justicia, en la confianza de la gente en sus autoridades correspondientes y en resultados de justicia pronta y expedita.
Recadito: mayor conciencia social sobre el agravio de las grúas en Xalapa.