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    Manolo Victorio
    Carpe Diem

    En el repaso matutino de las primeras planas, hábito herrado por los maestros de las redacciones en el periodismo que languidece con los días, la información de las 105 mil 112 personas desaparecidas en este país no ocupó ocho columnas, ni primeras planas; menos anuncios enfáticos en los resúmenes de los noticieros de radio y televisión.

    El café se enfría ante el giro interminable de la rueda del mouse de la computadora. Una lánguida fotonota con llamado a la pagina 34 de El Financiero, cabecea la realidad, en fuente de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet: “México debe actuar ya contra desapariciones forzadas”.
    Nada más.
    A nadie interesa ya este numero brutal de las desapariciones en México. No hay campañas a puestos de elección popular. No se requiere la vestimenta propagandística del compartimiento -para la foto, el video, las redes sociales- del dolor ajeno.
    No es momento de platicar con las madres buscadoras que los 365 días del año, criban, rastillan, cuelan, ciernen el desierto, manglares, cerros, cuevas, dunas y parcelas en busca de los huesos de sus seres queridos, certeza ósea en alguna de las 206 piezas que soportaban, cargaban un ser humano con sueños, esperanza, anhelos, familia.
    Historias sin fin del dolor inmanente, inacabable, de no saber dónde está la hija, el hijo, esposo, concubino, padre, madre o familiar cercano, que sólo son visibles en un día particular, donde pueden tomar la plaza pública, calles y espacios para hacer barcos de papel con la ropa de los mexicanos, las mexicanas que nadie sabe dónde están.
    Lucía Díaz Genao, madre del colectivo Solecito, sopesa la cifra de los 105 mil 112 desaparecidos en este país y aplica una metodología al botepronto: la cifra real es cuatro veces más del registro oficial, que data desde el 15 de marzo de 1964, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas.
    Y hace una analogía atroz, cruda: “es como cuatro estadios Azteca llenos, hasta el tope”, refiere para equipar el tamaño de la tragedia nacional, frisada en 400 mil desparecidos.
    «La desaparición de personas es una conducta criminal desgarradora, que en México ha ocurrido en un ambiente de impunidad y violencia, y tiene efectos aún más críticos en las mujeres, en las niñas, y adolescentes, así como las personas migrantes, esta realidad debe transformarse», dijo la señora Bachelet al lanzar un enésimo exhorto al gobierno mexicano para cambiar su modelo de seguridad.
    Nada ha cambiado con la llegada renovadora de la cuatrote, pese a los discursos repetitivos del “no somos iguales”.
    Las personas no localizadas no son tema de la agenda nacional.
    Los osarios de 52 mil personas que yacen sin recibir justicia, vaya, ni siquiera una ceremonia fúnebre de parte de sus seres queridos; en patios, traspatios y lotes de las fiscalías estatales porque no han sido confrontados con pruebas genéticas de laboratorio para saber quienes son, representan una revictimización inacabable, cotidiana en este México nuestro.
    Veracruz abona los terrenos, lotes, fosas clandestinas, barrancas y predios con una cifra cuasi oficial de 7 mil desaparecidos, 20 mil, según estimaciones de Solecito.
    La numeralia va in crescendo en esta realidad cotidiana.
    … del mismo costal.
    El efecto corruptor, termino acuñado por el ministro Arturo Saldívar, sirve para retratar la realidad mexicana en miniseries que desmenuzan la miseria mexicana, la impunidad y la justicia que da materiales para culebrones propagandísticos donde siempre quedamos mal parados como corruptos, criminales e ignorantes.
    La plataforma Netflix lanzó el jueves 25 de agosto la miniserie ‘El caso Cassez – Vallarta: Una novela criminal’, basada en el libro Una novela criminal de Jorge Volpi, obra ganadora del Premio Alfaguara de novela en 2018.
    Cinco capítulos que desentrañan personajes como Genaro García Luna, oscuro hombre de las cañerías del poder en los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón; pero que es una plataforma que blanquea a la francesa Florence Cassez, liberada bajo la tesis del efecto corruptor luego de siete años de cárcel; que mantiene -en el lado oscuro de la justicia mexicana- encarcelado a Israel Vallarta desde hace casi 17 años sin recibir, siquiera, una sentencia.
    Así las formas de la justicia mexicana que vomita falsas heroínas (extranjeras off course), pero que deja en el olvido a los mexicanos que se pudren en las cárceles.
    En la miniserie hay paneos de cámara e insertos de noticias reales de noticieros televisivos que ofrecen material para otra entrega con los nombres de los funcionarios implicados, a los que habría que sumar a los personajes que aparecen en entrevista, barridos de cámara, tomas furtivas, y demás recursos que visten la historia de marras.
    Ahí desfilan el infaltable Javier Duarte de Ochoa (a ver si no reclama regalías a Netflix como la llamada Reina del Sur), César Duarte Jáquez, el renunciado de la SCJN Eduardo Medina Mora, Felipe Calderón y un largo elenco de actores principales, secundarios y de relleno que hoy están encarcelados o andan en fuga.
    Como dicen los chavos: no te mueras Netflix.
    Si es usted político, analista, futurólogo, mercadólogo, escritor, politólogo o hermeneuta, chamán o aprendiz de Mandrake, tiene que ver este documental.
    @ManoloVictorio