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    Sergio González Levet
    Sin tacto

    Un buen amigo columnista cometió un error de dedo y puso ayer en su texto la frase “sirios y troyanos”, lo que me permití advertirle para que corrigiera por la correcta “tirios y troyanos”.
    ​Esa erratilla me da tema y oportunidad de hacer una cápsula cultural, con el fin de darle una nueva vacación al ánimo y hacer a un lado por hoy los temas políticos.
    ​Va pues:
    ​La frase llega a nuestra cultura a través de Don Quijote, que dice textualmente: «Callaron todos, tirios y troyanos», texto tomado por don Miguel de Cervantes y Saavedra a su vez de La Eneida de Virgilio, quien se refiere a la profunda enemistad que surgió entre los sobrevivientes de la caída de Troya, encabezados por Eneas y los súbditos de Dido, la reina de Cartago.
    ​Eneas era hijo de Anquises, que pertenecía a la familia real de Troya. Un día éste llevó a pastar sus rebaños al monte Ida, que estaba cerca de la ciudad. Ahí lo encontró Afrodita (Venus en la mitología romana) y se enamoró de él (por una travesura de Zeus, al que le gustaba gastar bromas a sus diosas). La diosa del amor se disfrazó de princesa frigia (un reino que estaba más o menos cerca de Troya) “y yació con él” (las diosas griegas eran bastante liberales y no se andaban con arrumacos, por eso hay tantos semidioses en la mitología). Del encuentro nació Eneas, quien fue educado por las ninfas sus primeros cinco años de vida y después entregado a su padre, quien lo encaminó a que se convirtiera en uno de los principales guerreros troyanos, solamente superado por Héctor, el hijo del rey Príamo.
    ​Bueno, los tirios son los cartagineses, llamados así por el poeta latino porque eran oriundos de la ciudad fenicia de Tiro.
    ​Tirios y troyanos terminaron peleados a muerte para la eternidad, porque Eneas huyó de los brazos y el amor de Dido, la reina de Cartago, lugar al que llegó con lo que quedaba de los troyanos, y había recibido hospitalidad y refugio, tanta que la reina se enamoró de él y quería que se quedara con ella en su reino para siempre.
    ​Pero Eneas tenía un encargo del destino, que era fundar la ciudad de Roma, así que un buen día se escapó con su gente. El escape causó tanto dolor a Dido que le pidió a sus súbditos que odiaran para siempre a los troyanos… y después se suicidó por despecho.
    ​Así que los tirios y troyanos están destinados a pelearse eternamente, como al parecer le sucede a ciertos grupos en nuestro país.

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