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    Sergio González Levet
    Sin tacto
    Me dispongo a pagar una compra con dinero fraccionario y me hago bolas entre las manos con las monedas de un peso y de dos, que son iguales en la forma y el dibujo y casi del mismo tamaño, lo que hace que me confunda, como le sucede a la mayoría de las personas que todavía adquieren productos y servicios que pagan con centavos de curso legal.


    ​Trato también de hacer efectivo un pago con un billete de 20 pesos y resulta que estoy dando uno de cien pesos, tan parecidos en sus colores uno y otro. Obvio, la persona que recibe el billete de alta denominación no dice nada y se queda esperando que no me dé cuenta del error, a ver si es cola y pega que me birle 80 pesos. Qué le vamos a hacer con la naturaleza humana de estos tiempos modernos.
    ​Trato de buscar una explicación a esa falta de pragmatismo monetario y en verdad que no la encuentro. Yo creo que ningún especialista diseñador de ninguna casa de moneda del mundo estaría de acuerdo en hacer monedas y billetes de diversa nominación que se parecieran entre sí. Es de obvia lógica que lo ideal es que se diferencien notablemente, como pasaba en tiempos anteriores, cuando pagabas con un billete de un peso y nunca te confundías con el de cinco y menos con el de diez, ya no digamos con el de 100 o de 500.
    ​Allá por los años sesenta del siglo pasado, las monedas eran de 10 centavos, blancas; después venían las de 20 de cobre, con doña Josefa al frente, y los tostones más grandes, y terminaban con los pesos de color plata, que en verdad valían para comprar muchas cosas, no como ahora que nomás sirven para hacer hoyos en la bolsa del pantalón.
    ​En plan de sospechosista, me pongo a pensar si no será que alguien desde el Banco de México ha ideado esos formatos tan parecidos para que los usuarios se confundan, de modo que le terminen pagando de más a los comerciantes, que siempre terminan siendo los ganones en todas las transacciones que hay en este país.
    ​(Un amigo me pide que llame la atención sobre un fenómeno que está ocurriendo cada vez más seguido: en muchos comercios parece haber una consigna de que los empleados se equivoquen a la hora de dar el cambio. Si usted se descuida y no cuenta el vuelto, seguramente está perdiendo dinero hormiga, porque aquí y allá le birlan que uno que dos que tres pesos, y si junta varios, ya se hace un boquete en su economía cotidiana. Y los negocios hacen el gran negocio al quedarse con un dinero extra debido a la costumbre de muchos clientes de no revisar que le devuelvan el dinero justo. Queda consignado, para que nos pongamos más abusados, no vaya a ser cierto).
    ​¿Por qué esa moneda de dos pesos? ¿Por qué ese parecido entre el billete de 20 y el de 100?
    ​¡Averígüelo Vargas!
    sglevet@gmail.com